miércoles, 4 de septiembre de 2013

Un santo para nuestros días, Mons. Felipe González, obispo de Tenerife


Hoy la iglesia diocesana da gracias a Dios por el Padre Manyanet, por san José Manyanet y Vives. Un santo catalán, español. Fundador de dos congregaciones religiosas: los Hijos de la Sagrada Familia y las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret.

El Padre Manyanet vivió una vida extraordinaria en lo ordinario. Descubrió la grandeza de la vida cotidiana transcurrida en la humildad y en el silencio construyendo con constancia y sin ruido, día a día, un mundo nuevo, desde el calor del corazón y cooperando siempre con el Señor. Es esta compañía y sostén del Señor lo que ha hecho que el camino de la vida de san José Manyanet fuese bueno y feliz, aunque no siempre fácil.

El secreto de su alta y profunda espiritualidad es de una simplicidad que desarma, al alcance de todos: entrar cada día en la casa de Nazaret, para construir un “Nazaret” en nuestras vidas. “Volvamos a la simplicidad de Nazaret —afirmaba él—, donde todo tuvo inicio. Vayamos cada día a Nazaret porque ellos, Jesús, María y José, son nuestros maestros; tomemos de ellos los secretos para la reconstrucción de la familia, de la Iglesia y de una nueva sociedad, con medios y mentalidad nueva. Atemos con un “hilo de oro” la experiencia de aquella extraordinaria Familia a la vida de las familias de hoy, para transmitir las bases sólidas que crean relaciones sanas y educativas”, san José Manyanet.

Es el mismo Papa, Juan Pablo II, quien en su homilía de canonización nos presenta, desde esta perspectiva, la figura del Padre Manyanet: “Desde el principio el Paráclito ha suscitado hombres y mujeres que han recordado y difundido la verdad revelada por Jesús. Uno de estos fue san José Manyanet, verdadero apóstol de la familia, inspirándose en la escuela de Nazaret realizó su proyecto de santidad personal y se dedicó, con entrega heroica, a la misión que el Espíritu le confiaba. Para ello fundó dos congregaciones religiosas. Un símbolo visible de su anhelo apostólico es también el Templo de la Sagrada Familia de Barcelona”, Juan Pablo II homilía de la canonización, 16 de mayo 2004.

San José Manyanet, al haber recibido el don de trabajar por las familias, se ha convertido en un santo moderno, un santo para nuestros días. Posiblemente, ni siquiera él mismo se dio cuenta de la riqueza del carisma que había recibido y ha dejado en la Iglesia. Ha sido de hecho un profeta de la Buena Noticia de la familia y de la pastoral familiar. Pastoral familiar, por cierto, tan actual y necesaria hoy cuando se dan tantas y tan graves agresiones a la familia, provenientes de grupos mediáticos, culturales y hasta políticos.

¡Cuán necesario y cuán actual es el carisma que el Padre Manyanet ha recibido del Señor y ha dejado a su Iglesia!

Notemos que san José Manyanet, un santo reconocido por la Iglesia, no es sólo un ejemplo de vida para cada uno de nosotros, ni sólo el impulsor de nuestra atención pastoral a las familias, sino que es también presentado por la Iglesia como amigo e intercesor a favor de las familias.

San José Manyanet forma parte de una nueva generación de santos, obedientes a Dios y encarnados en la situación cotidiana de nuestros días. Es “un nuevo género de santos” que invita también a ser santos como ellos, contando ahora con su ayuda e intercesión.

Casi podríamos resumir todo lo referente a san José Manyanet diciendo que en el fondo sólo tuvo un sueño: robar a Nazaret el secreto de la Santa Familia, Jesús, María y José, para darlo a las familias y así cambiar la sociedad, por medio de la educación de niños y jóvenes. Es un sueño que nos deja, para que también nosotros, como él, prosigamos e intentemos realizarlo, sabiendo que ahora tenemos un intercesor más en favor de este sueño y de todas las familias (...)

Pidamos sabiduría para experimentar que Dios es amor, que Dios es familia, que Dios es idilio trinitario. En todos nosotros está impresa la huella de la entrega y de la fidelidad de Dios. El Padre Manyanet la descubrió y es santo. El Espíritu Santo nos ha revelado no sólo un misterio extraordinario, sino que nos ha desvelado el propio ser de Dios y el sentido último de las cosas. Misterio de amor, de entrega, que requiere en nosotros amor y entrega definitivas.

HOMILIA DE MONS. FELIPE GONZÁLEZ, Obispo de Tenerife, España.
Misa de acción de gracias por la canonización de san José Manyanet

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