José Manyanet propone acertados criterios pedagógicos para sus escuelas, como por ejemplo:
los objetivos generales de la educación,
la comunidad educativa,
el perfil del educador,
el derecho de los padres y la colaboración con la escuela,
el método activo,
la disciplina,
las condiciones para una buena dirección,
el edificio escolar, etc.
También hace una descripción de las cualidades del buen alumno, sujeto principal de la educación.
Entre otras, dice que el buen alumno se siente protagonista del aprendizaje. Es aplicado en clase y en el estudio. No pierde el tiempo, porque sería una lástima no aprovechar todas las oportunidades. Tiene amor al trabajo; hace las cosas con diligencia y nunca molesta.
Es meticuloso en la distribución de las horas y puntual en todo. Cumple lo mejor que sabe los avisos de los profesores y de las personas de autoridad. Con los compañeros tiene buen trato, es afable y colaborador, pero no permite ante él una palabra grosera o una broma de mal gusto. Ni discute ni pelea, sino que expone las razones con moderación.
Es dócil y obediente, ama a los profesores y agradece el esfuerzo que hacen por educarlo. Este amor y respeto es una prolongación del cuarto mandamiento de la Ley de Dios.
Es ordenado y tiene cuidado con los libros y el material, tanto particulares como comunes. No malgasta el dinero, sino que es ahorrador. Es pulcro en la forma de vestir, pero sin vanidad.
Tiene amor filial a Dios, nuestro Padre celestial, por esto cultiva la plegaria, recibe los sacramentos, es puro de pensamiento y obra.
Fuente: San José Manyanet, profeta de la familia, por Josep Roca (2007).
los objetivos generales de la educación,
la comunidad educativa,
el perfil del educador,
el derecho de los padres y la colaboración con la escuela,
el método activo,
la disciplina,
las condiciones para una buena dirección,
el edificio escolar, etc.
También hace una descripción de las cualidades del buen alumno, sujeto principal de la educación.
Entre otras, dice que el buen alumno se siente protagonista del aprendizaje. Es aplicado en clase y en el estudio. No pierde el tiempo, porque sería una lástima no aprovechar todas las oportunidades. Tiene amor al trabajo; hace las cosas con diligencia y nunca molesta.
Es meticuloso en la distribución de las horas y puntual en todo. Cumple lo mejor que sabe los avisos de los profesores y de las personas de autoridad. Con los compañeros tiene buen trato, es afable y colaborador, pero no permite ante él una palabra grosera o una broma de mal gusto. Ni discute ni pelea, sino que expone las razones con moderación.
Es dócil y obediente, ama a los profesores y agradece el esfuerzo que hacen por educarlo. Este amor y respeto es una prolongación del cuarto mandamiento de la Ley de Dios.
Es ordenado y tiene cuidado con los libros y el material, tanto particulares como comunes. No malgasta el dinero, sino que es ahorrador. Es pulcro en la forma de vestir, pero sin vanidad.
Tiene amor filial a Dios, nuestro Padre celestial, por esto cultiva la plegaria, recibe los sacramentos, es puro de pensamiento y obra.
Fuente: San José Manyanet, profeta de la familia, por Josep Roca (2007).
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