lunes, 20 de marzo de 2017

Sobre la espiritualidad josefina de San José Manyanet

José de Nazaret y Josep Manyanet, por Sergio Cimignoli, S.F.

SUEÑO DE JOSÉ
por José Luzán
Josep Manyanet tenía un gran amor a la persona más humilde de la Sagrada Familia: san José. Con él entra en confianza. A él le confía todo. En él confía en los momentos de gran dificultad. De él lo espera todo. De él escribe ampliamente con el corazón abierto, dedicándole una colección de 31 visitas (Visitas a San Jose).

Josep Manyanet sigue la espiritualidad de santa Teresa de Jesús y se adelanta a la época en que san José reunirá en torno suyo la atención de la Iglesia (el 8 de diciembre de 1870 Pío IX lo declaraba patrón de la Iglesia universal) y la devoción de muchos santos. Anuncia y auspicia, junto a ellos, un tiempo nuevo en la vida de la Iglesia que, según Jean Guitton, debe todavía llegar: “Creo que el verdadero tiempo de san José no ha llegado todavía: después de dos mil años empezamos solo ahora a entrever algo del misterio en el cual está inmerso”.

Casi una estrella lejana que, para hacer llegar su luz sobre la tierra, tiene necesidad de muchísimos años, pero una vez llegada iluminará con una luz diferente la esperanza de los hijos de Dios y el camino de los sencillos. Mientras tanto, Manyanet nos ofrece ya hermosas “instrucciones de uso” para vislumbrar reflejos de aquella luz que nos indican, en la vida concreta, el camino a recorrer.

El papa Juan Pablo II, en la Carta a las familias, abre un fragmento de aquella luz cuando afirma: “Es también gracias a san José que el misterio de la encarnación y junto a él, el misterio de la Sagrada Familia, está escrito en el amor esponsal del hombre y de la mujer e indirectamente en la genealogía de cada familia humana.

Lo que Pablo llamo el “gran misterio” encuentra en la Sagrada Familia su expresión más alta. La familia se coloca de este modo en el centro de la Nueva Alianza.

La espiritualidad josefina de san José Manyanet

SUEÑO DE JOSÉ, Philippe de Champaigne

El misterio de Nazaret

Al hablar del padre Manyanet como hijo, testigo y apóstol de la Sagrada Familia, entramos en el santuario de su espiritualidad. Lo que nos parece que tiene de específico la vida del padre Manyanet es su profundización en el misterio de Nazaret, presente en todo el evangelio, a partir de la Encarnación y de los treinta años de vida oculta, de trabajo, de plegaria al Padre y de humana conversación de Jesús, María y José.

Manyanet hizo también su elección: el evangelio de Nazaret. El silencio de la "vida oculta" de Cristo con María y José en Nazaret en actitud de servicio al Padre y a los hombres, era para él un punto clave que, por el don que Dios le concedió, profundizó de manera progresiva.

La devoción a san José

Comenzó por su devoción a san José. En el colegio San José, de Tremp, había una litografía de Maggiolo editada en París por Dopter, sobre la que el padre ponía con frecuencia los ojos. José aparece con el Niño Jesús en sus brazos.

Se ha dicho que a san José le han hecho más justicia los santos —especialmente los grandes contemplativos— que los teólogos. Recuérdese la especial devoción que le tenía santa Teresa de Jesús y las bellas páginas que nos dejó. Lo mismo puede decirse del padre Manyanet, que, sin duda, es uno de los grandes devotos del santo, hecho que incluso se manifiesta en una circunstancia familiar curiosa: sus religiosos, en los comienzos, eran conocidos como los "Josepets".

Los hechos josefinos de su vida son numerosos. El primero, llevar el mismo nombre de José, a pesar de que tal nombre no era frecuente en la familia (su segundo nombre, Joaquín, también lo vinculaba a la ascendencia humana de Cristo).

En Barbastro, siendo estudiante, ya practicaba la devoción de los Siete Padrenuestros al Santo Patriarca. Quiso que su primer colegio —el de Tremp— llevara el nombre de san José y la fiesta de san José era la más solemnizada en todas las casas de la congregación.

Consejos josefinos

En sus cartas abundan los consejos "josefinos" a sus hijos e hijas; son entrañables y familiares, expresión de una devoción muy profunda: "Encomiéndelo a san José, y, si no le hace caso, dígale que va de mi parte"; "Hemos de tirar con más fuerza de la capa de san José"...

Tenía por costumbre cada noche colocar ante una imagen de san José las llaves del colegio de Sant Andreu, porque a él le tenía como guardián y protector de la casa, recomendando esta práctica a los superiores de las comunidades, especialmente de las casas de formación.

San José inspira la vida y obra del padre Manyanet

Manyanet es uno de los grandes josefinos que ha tenido España y más en concreto Barcelona, donde hay obras de clara influencia josefina como el templo expiatorio de la Sagrada Familia y el santuario de San José de la Montaña, con cuya fundadora, la madre Petra de San José (1845-1906), mantuvo estrechas relaciones.

Se conserva un manuscrito de José Manyanet, escrito en su madurez, y titulado Método de Vida, que es un proyecto de vida cristiana mucho más riguroso y exigente que el plan de vida de Barbastro. Sacerdote y religioso, ya casi al final de su vida, hace éste entre otros propósitos:

"Todos los días entregar a san José las llaves de la casa y de toda la congregación, como padre y señor de ella después de Jesús y de María, y suplicarle la rija y gobierne como a tal, sin que permita en ella pecado ni abuso o relajaciones de ningún género, proveyendo, al propio tiempo, de personal y medios suficientes al fin de la institución".

Uno de los hechos que manifiesta más claramente esta gran fe y confianza en san José es lo que cuenta el padre Jacinto Mateu, en su manuscrito:

"En el año 1892, en Sant Andreu del Palomar se levantó una revuelta popular, en la que peligraban las vidas y casa de curas y frailes y de dueños de fábricas. Una turba de revolucionarios se dirigió con mal intento a nuestro colegio y casa. Y el padre Manyanet puso una imagen de san José, una estampa grande, detrás de la puerta principal, diciendo: ‘San José nos librará de estas gentes’.

En efecto, llegó la gente y furiosamente tocaron la campana. Y creo que el mismo padre, con el hermano Antonio (Buira Mascaró 1867-1939), abrió la puerta y dijo a la gente: ‘Este colegio está lleno de niños en las clases y son pobres y los protege san José’. El cabecilla de la gente se fijó en el padre y le dijo: ‘Si son pobres, respetamos el colegio’, y se fueron silenciosos.

Todos entramos en la capilla del colegio a dar gracias a san José. Las turbas, que andaban quemando, robando y asesinando alguno, no volvieron más en las dos semanas que duró la revolución de Barcelona y pueblos vecinos".

Fuente: José Manyanet. Profeta de la Familia. J.M. Blanquet - J. Piquer.