(...) Nuestra vida cristiana arranca también de la Trinidad. Llevamos impresos en nuestros corazones el amor de un Dios que es Padre, que nos conoce y nos ama, que es Hijo, y se ha hecho hermano nuestro, ha recorrido nuestro camino y se ha entregado por nosotros, y que es Espíritu, que nos quiere llenar de su fuerza y de su vida (...)
Un modo muy peculiar de acercarse a la Trinidad y vivir la riqueza de su misterio la encontró san José Manyanet en la Sagrada Familia de Jesús, María y José, que él llamaba precisamente la “Trinidad de la tierra”.
San José Manyanet vio en Jesús, María y José una imagen de la Trinidad del cielo y la honró de un modo muy especial con una piedad filial. La vida de Jesús con María y José en Nazaret inspiró el camino de su santificación personal. Su santidad tiene los rasgos de la comunión familiar de Nazaret, que son el reflejo más fiel de la comunión Trinitaria.
Pero todavía más, san José Manyanet encontró en la Sagrada Familia también la inspiración para su apostolado. Él se sintió llamado por Dios para trabajar a favor fe las familias, encontró el modelo de familia dado por Dios a la humanidad en la Familia de Jesús, María y José. Por esto se esforzó para llevar a todas partes sus ejemplos de vida y de virtud, con la palabra, con los escritos y algunas prácticas de devoción y con una acción directa de pastoral familiar, particularmente a través de la educación e instrucción católica de los niños y jóvenes.
La inspiración del Templo expiatorio de la Sagrada Familia de nuestra ciudad es un exponente más de su celo por llevar la vida y los ejemplos de Jesús, María y José a nuestros hogares.
La fuerte vivencia trinitaria y las contemplación de la Familia de Nazaret llevaron a san José Manyanet a dedicar una atención preferente a la última anilla de esta cadena: la familia, nuestras familias, llamadas también a mirarse en el modelo de Nazaret para llegar a la participación de la misma comunión de Dios Padre con Dios Hijo por Dios Espíritu Santo.
San José Manyanet fue un verdadero apóstol de la familia. Consagró toda su vida al bien de las familias. Por una parte, les recordó la verdad “del principio” sobre el matrimonio y la familia, y por otra, denunció los males —como el matrimonio civil y el divorcio— que leyó como síntomas de la crisis que comenzaba.
Y aunque hizo una acción directa de ayuda a las familias, la suya fue una respuesta con el mismo método que las corrientes ideológicas del siglo XIX utilizaban. Ellas intentaban romper a la familia a través de una educación laica que minaba el fundamento de la obediencia y de la comunión familiar, pues san José Manyanet se esforzó por una educación e instrucción católica que diese solidez a los vínculos familiares ayudando a los hijos y a los padres a respetar el propio rol, imitando así los ejemplos de Jesús, María y José en Nazaret.
En la Casa de Nazaret encontró también el método pedagógico para asegurar el crecimiento integral y armónico de los hijos y, al mismo tiempo, el de los padres en el rol de esposos y educadores.
Es así como cada uno de nosotros y nuestras familias pueden ser sal y luz en nuestro mundo. Sal, que no dé solamente gusto, sino también solidez y sabor a nuestra vida personal y familiar. Y luz, que sirva para iluminar y guiar a los miembros, de nuestras familias y a las demás.
Texto extraído de la homilía del obispo auxiliar de Barcelona, Mons. Josep Ángel Sáiz con motivo del cambio de nombre de la parroquia Jesús, María y José, ahora Sant Josep Manyanet, en Sant Andreu del Palomar, Barcelona 2004.
Fuente: José Manyanet Santo. Memoria de la canonización. Barcelona 2006.
Un modo muy peculiar de acercarse a la Trinidad y vivir la riqueza de su misterio la encontró san José Manyanet en la Sagrada Familia de Jesús, María y José, que él llamaba precisamente la “Trinidad de la tierra”.
San José Manyanet vio en Jesús, María y José una imagen de la Trinidad del cielo y la honró de un modo muy especial con una piedad filial. La vida de Jesús con María y José en Nazaret inspiró el camino de su santificación personal. Su santidad tiene los rasgos de la comunión familiar de Nazaret, que son el reflejo más fiel de la comunión Trinitaria.
Pero todavía más, san José Manyanet encontró en la Sagrada Familia también la inspiración para su apostolado. Él se sintió llamado por Dios para trabajar a favor fe las familias, encontró el modelo de familia dado por Dios a la humanidad en la Familia de Jesús, María y José. Por esto se esforzó para llevar a todas partes sus ejemplos de vida y de virtud, con la palabra, con los escritos y algunas prácticas de devoción y con una acción directa de pastoral familiar, particularmente a través de la educación e instrucción católica de los niños y jóvenes.
La inspiración del Templo expiatorio de la Sagrada Familia de nuestra ciudad es un exponente más de su celo por llevar la vida y los ejemplos de Jesús, María y José a nuestros hogares.
La fuerte vivencia trinitaria y las contemplación de la Familia de Nazaret llevaron a san José Manyanet a dedicar una atención preferente a la última anilla de esta cadena: la familia, nuestras familias, llamadas también a mirarse en el modelo de Nazaret para llegar a la participación de la misma comunión de Dios Padre con Dios Hijo por Dios Espíritu Santo.
San José Manyanet fue un verdadero apóstol de la familia. Consagró toda su vida al bien de las familias. Por una parte, les recordó la verdad “del principio” sobre el matrimonio y la familia, y por otra, denunció los males —como el matrimonio civil y el divorcio— que leyó como síntomas de la crisis que comenzaba.
Y aunque hizo una acción directa de ayuda a las familias, la suya fue una respuesta con el mismo método que las corrientes ideológicas del siglo XIX utilizaban. Ellas intentaban romper a la familia a través de una educación laica que minaba el fundamento de la obediencia y de la comunión familiar, pues san José Manyanet se esforzó por una educación e instrucción católica que diese solidez a los vínculos familiares ayudando a los hijos y a los padres a respetar el propio rol, imitando así los ejemplos de Jesús, María y José en Nazaret.
En la Casa de Nazaret encontró también el método pedagógico para asegurar el crecimiento integral y armónico de los hijos y, al mismo tiempo, el de los padres en el rol de esposos y educadores.
Es así como cada uno de nosotros y nuestras familias pueden ser sal y luz en nuestro mundo. Sal, que no dé solamente gusto, sino también solidez y sabor a nuestra vida personal y familiar. Y luz, que sirva para iluminar y guiar a los miembros, de nuestras familias y a las demás.
Texto extraído de la homilía del obispo auxiliar de Barcelona, Mons. Josep Ángel Sáiz con motivo del cambio de nombre de la parroquia Jesús, María y José, ahora Sant Josep Manyanet, en Sant Andreu del Palomar, Barcelona 2004.
Fuente: José Manyanet Santo. Memoria de la canonización. Barcelona 2006.
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