martes, 3 de septiembre de 2013

Estudiante y trabajador: pobre, pero simpático y atrayente, por Sergio Cimignoli, S.F.

José Manyanet era pobre y mamá Buenaventura no podía pagarle los estudios y mucho menos la pensión del colegio de Barbastro. Afortunadamente, D. Valentín Lledós consiguió que los escolapios lo acogieran como fámulo.

Juntamente con otros treinta chicos (pobres como él) tenía el deber de estar a disposición de la comunidad religiosa: ayudaba a misa, hacía encargos en la ciudad, prestaba servicios y participaba, de alguna manera, de la vida de la comunidad. A cambio no pagaba comida ni alojamiento, el coste de los estudios y quizás tampoco la ropa.

Ya desde entonces, adolescente de apenas doce años, "persuadido de que la vida no está destinada a ser un peso para muchos, y una fiesta para algunos, sino un esfuerzo para todos, del cual cada uno dará cuenta, empezó a pensar como hacer útil y santa su vida".

Este compromiso y la fuerza de voluntad le ayudaron a superar la separación de su madre, la dureza de la vida del colegio y la lejanía de su amada "Conca" de Tremp.

El modo como Manyanet transcurrió aquellos años lo podemos resumir en pocas palabras a través del testimonio que dejó un compañero suyo de estudios: "Era en aquel entonces un joven y un estudiante modelo en todo. Modesto, aplicado, fervoroso, y obedientísimo. Era una virtud simpática y atrayente la suya, sin afectación ni vanagloria. Su carácter jovial y a la vez compasivo le hacía respetable siempre y en todo lugar".

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