martes, 3 de septiembre de 2013

Dos grandes alegrías antes de morir, por Sergio Cimignoli, S.F.

A pesar de las enfermedades y los achaques tuvo la satisfacción de sobrepasar el mil novecientos y de ir, peregrino, a Roma para celebrar el Jubileo. El inicio del nuevo siglo le proporcionó dos grandes alegrías: la aprobación, en junio, de la congregación de los Hijos de la Sagrada Familia por parte del papa León XIII; la reapertura, en septiembre, del colegio San José de Tremp.

Tuvo así la ocasión de saludar por última vez, como cuando era ‘un niño", a su Belleza: la Virgen de Valldeflors. Después enfermó por última vez.

Era a primeros de diciembre, tenía 68 años. Hacía mucho frío y una fuerte bronquitis le ocasionó fiebre alta. El día de la Inmaculada, el 8 de diciembre, quiso levantarse para celebrar la misa con la comunidad y para festejarla juntos en la mesa. Después los hermanos le obligaron a permanecer en la cama. Llamado el doctor, diagnosticó una doble pulmonía.

A pesar de estar muy grave, cuando le traían las medicinas, bromeaba: "¡Tanta cosa para querer que llegue a los setenta años!". A uno de los sacerdotes que le preguntó si quería dejarlos huérfanos, respondió con un hilo de voz, pero firme: "Si todavía soy necesario, no rechazo el trabajo..."

Cuando ya estaba llegando al final, el subdirector general, Buenaventura Mullol, le propuso con un cierto titubeo recibir el sacramento de la unción de los enfermos. El respondió rápidamente: "Un cristiano, y mucho menos un sacerdote, no se afecta por eso... ¡Pronto, pronto!"

No hay comentarios:

Publicar un comentario