miércoles, 4 de septiembre de 2013

"Quien se dedica a la educación está investido de una segunda paternidad", por Sergio Cimignoli, S.F.

José Manyanet decide dedicarse a la educación y a la enseñanza para salvar a los niños de la calle y de una educación a la moda que niega toda autoridad. Manyanet invita al educador a orientar a los niños con autoridad, ejercitada de un modo competente y no autoritario: "Quien se dedica a la educación está investido de una segunda paternidad: la paternidad de la cultura y de la formación del alma, que se acerca mucho a la paternidad natural".

Esta paternidad se ejercita con amor y con espíritu de servicio, no con poder. Buscando de convencer más que de obligar y recordando que los jóvenes tienen necesidad de modelos de vida más que de maestros.

Por lo cual "el que es maestro debe poner su principal cuidado en que a todas sus lecciones y explicaciones preceda el buen ejemplo, porque si es muy cierto que la instrucción alumbra el entendimiento, también los es que los sanos ejemplos cautivan suavemente el corazón...

Los chicos son atraidos más por las buenas acciones y por la coherencia en las acciones de vida que por los avisos y preceptos".

Esto supone un auténtico y gran amor para los niños y los jóvenes:

"Es necesario conquistar a los niños mas con el amor que con el rigor...

El amor con todos tiene corazón de padre, de todos se compadece y a todos trata con afecto, benevolencia y maneras cariñosas y persuasivas, inclinadas mejor a recompensar que no a castigar".

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