Ordenado sacerdote, el obispo Caixal, valorando sus cualidades, le nombró mayordomo de palacio. José se hizo merecedor de aprecio por su capacidad organizativa y por su fidelidad y entusiasmo.
El obispo se preocupaba de la formación humana e intelectual del clero. Por esta razón encargó reordenar la biblioteca y proveerla de nuevos libros. Lo nombró, por lo tanto, también bibliotecario, con la responsabilidad de mantener la biblioteca siempre abierta, excepto los días de fiesta.
Con el paso del tiempo, la confianza y las esperanzas en el joven sacerdote aumentaban. Lo llevó consigo a las visitas pastorales que hacía en los valles de los Pirineos, sobre todo durante el verano. Las visitas eran auténticas expediciones misioneras que duraban meses y no se limitaban a los aspectos burocráticos.
Los años pasaban rápidos entre las ocupaciones de palacio, la administración y los compromisos pastorales y José, joven sacerdote, se sintió cada vez más llamado a comprometerse a favor de las familias y de la educación de los más pequeños. Comenzó a confiarse con su padre y obispo, el cual se ponía triste y de mal humor cuando Manyanet le hablaba de marcharse.
No fue una decisión fácil. En la tradición de los Hijos de la Sagrada Familia, se habla de "las largas noches de la Seu d’Urgell". Noches en las que se dedicó a meditar largamente y a rezar intentando comprender el camino a tomar. Reflexionó y reflexionó largamente... y cuando sintió en su corazón la voz de Dios que lo llamaba fue "a donde lo llevaba el corazón". Sabiendo que es tarea de cada hombre conocer bien hacia qué camino lo atrae el propio corazón y después elegirlo con todas las fuerzas, sin titubeos o lamentos, en sus escritos invitará a todos a hacerlo para ser personas felices:
"Dios tiene un amor tan grande a los hombres, que tiene también de ellos un particular cuidado. Conoce el interior de cada uno y sabe con qué inclinaciones y cualidades ha enriquecido a cada persona. Suavemente pues inclina a cada uno al estado de vida que conviene mejor a cada uno, para que sea feliz y alcance la salvación. Parecerán coincidencias, pero un encuentro entre amigos, una lectura que conmueve, una explicación de la Palabra de Dios que toca el corazón, las desilusiones y traiciones que derivan de la vida y de las personas que menos lo esperas y tantos otros acontecimientos, abren el camino para llegar a una elección más bien que a otra.
Cada llamada exige mucho amor y fidelidad, y a cambio da la felicidad aquí y en la eternidad. Como un jardín es hermoso por la diversidad de plantas y de flores y por el arte y el buen gusto con el que son distribuidas, así la Iglesia resulta más hermosa por la variedad de las vocaciones que el Señor le da y después distribuye con arte divino. No somos nosotros los que lo elegimos a él, sino que es él quien nos elige a nosotros, y nos llama, y de diversas maneras nos guía para hacernos capaces de responder prontamente y de perseverar en el camino justo".
A los 31 años, tras apenas seis años de sacerdote, abandonó la seguridad de una carrera eclesiástica con futuro y bien programada para continuar un sueño que lo llevará por caminos inexplorados mucho más difíciles y comprometidos que los senderos de la montaña que estaba acostumbrado a recorrer.
No de muy buena gana el Obispo le dejó marchar, pero le bendijo y siguió con mucho interés el desarrollo de su obra.
Los hechos y los encuentros que ayudaron a José Manyanet a ser tan determinado en la respuesta a lo que creía una llamada para su vida, convierten su proyecto en muy actual también para nuestros días.
Fuente: Josep Manyanet, desde Nazaret un profeta para la familia, por Sergio Cimignoli, S.F.
El obispo se preocupaba de la formación humana e intelectual del clero. Por esta razón encargó reordenar la biblioteca y proveerla de nuevos libros. Lo nombró, por lo tanto, también bibliotecario, con la responsabilidad de mantener la biblioteca siempre abierta, excepto los días de fiesta.
Con el paso del tiempo, la confianza y las esperanzas en el joven sacerdote aumentaban. Lo llevó consigo a las visitas pastorales que hacía en los valles de los Pirineos, sobre todo durante el verano. Las visitas eran auténticas expediciones misioneras que duraban meses y no se limitaban a los aspectos burocráticos.
Los años pasaban rápidos entre las ocupaciones de palacio, la administración y los compromisos pastorales y José, joven sacerdote, se sintió cada vez más llamado a comprometerse a favor de las familias y de la educación de los más pequeños. Comenzó a confiarse con su padre y obispo, el cual se ponía triste y de mal humor cuando Manyanet le hablaba de marcharse.
No fue una decisión fácil. En la tradición de los Hijos de la Sagrada Familia, se habla de "las largas noches de la Seu d’Urgell". Noches en las que se dedicó a meditar largamente y a rezar intentando comprender el camino a tomar. Reflexionó y reflexionó largamente... y cuando sintió en su corazón la voz de Dios que lo llamaba fue "a donde lo llevaba el corazón". Sabiendo que es tarea de cada hombre conocer bien hacia qué camino lo atrae el propio corazón y después elegirlo con todas las fuerzas, sin titubeos o lamentos, en sus escritos invitará a todos a hacerlo para ser personas felices:
"Dios tiene un amor tan grande a los hombres, que tiene también de ellos un particular cuidado. Conoce el interior de cada uno y sabe con qué inclinaciones y cualidades ha enriquecido a cada persona. Suavemente pues inclina a cada uno al estado de vida que conviene mejor a cada uno, para que sea feliz y alcance la salvación. Parecerán coincidencias, pero un encuentro entre amigos, una lectura que conmueve, una explicación de la Palabra de Dios que toca el corazón, las desilusiones y traiciones que derivan de la vida y de las personas que menos lo esperas y tantos otros acontecimientos, abren el camino para llegar a una elección más bien que a otra.
Cada llamada exige mucho amor y fidelidad, y a cambio da la felicidad aquí y en la eternidad. Como un jardín es hermoso por la diversidad de plantas y de flores y por el arte y el buen gusto con el que son distribuidas, así la Iglesia resulta más hermosa por la variedad de las vocaciones que el Señor le da y después distribuye con arte divino. No somos nosotros los que lo elegimos a él, sino que es él quien nos elige a nosotros, y nos llama, y de diversas maneras nos guía para hacernos capaces de responder prontamente y de perseverar en el camino justo".
A los 31 años, tras apenas seis años de sacerdote, abandonó la seguridad de una carrera eclesiástica con futuro y bien programada para continuar un sueño que lo llevará por caminos inexplorados mucho más difíciles y comprometidos que los senderos de la montaña que estaba acostumbrado a recorrer.
No de muy buena gana el Obispo le dejó marchar, pero le bendijo y siguió con mucho interés el desarrollo de su obra.
Los hechos y los encuentros que ayudaron a José Manyanet a ser tan determinado en la respuesta a lo que creía una llamada para su vida, convierten su proyecto en muy actual también para nuestros días.
Fuente: Josep Manyanet, desde Nazaret un profeta para la familia, por Sergio Cimignoli, S.F.
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