martes, 3 de septiembre de 2013

Profeta para las familias, por el Card. Ricard Maria Carles

El reconocimiento de la santidad de san José Manyanet no solo representa la presencia de un nuevo intercesor para las familias sino también un estilo de vida santa inspirado en la Sagrada Familia de Nazaret.

Con la inspiración del nuevo santo el gran arquitecto Antonio Gaudí hizo en Barcelona el proyecto de un gran templo en honor de la Sagrada Familia. Un gran templo que pienso que será la gran catedral de Europa del siglo XXI (...)

Creo que esta canonización es también un gran monumento a las familias, que ha querido dar a la Iglesia y al mundo, nuestro buen papa Juan Pablo II. Esta canonización la veo como una respuesta del Espíritu Santo a las necesidades actuales de la famila.

Por eso, os invito brevemente, iluminados por las lecturas de esta misa, a adentrarnos un poco en el mensaje del nuevo santo.

Un profeta para las familias

En cuanto a la primera lectura, pienso que es un profeta para las familias. El Padre Manyanet nos aparece ahora —elevado a los altares— como un nuevo Abraham, un patriarca y un abogado de la familia, una bendición para las familias de nuestra tierra y de todo el mundo.

José Manyanet vivió la verdadera vocación de Abraham. También nuestro santo escuchó en su conciencia la voz de Dios que le decía: “Vete de tu tierra y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré...”

Manyanet no tuvo que dejar patria, pero sí dejó una vida tranquila y serena, e incluso una prometedora carrera eclesiástica en su Tremp natal, y en su estimada diócesis de Urgel, en la que era un muy estimado colaborador del obispo José Caixal. Dejó esa vida que podía haber sido segura y con compensaciones humanas para afrontar un aventura: la de fundar dos congregaciones religiosas al servicio de la educación de la infancia y de la juventud.

Su trasladó a Barcelona y los primeros tiempos de ambas instituciones, le produjeron no pocos sinsabores, dudas, disgustos, sufrimientos físicos y morales...

Pero Dios fue fiel con Abraham y también lo ha sido con san José Manyanet. En él se ha cumplido —y ahora se cumple plenamente con su canonización— la promesa de Dios a Abraham: “Te bendeciré, engrandeceré tu nombre y será una bendición...” (...) Sois todos vosotros esta bendición de Dios a la Iglesia y al mundo por medio del nuevo santo, sobre todo los religiosos y religiosas de sus dos congregaciones, y las familias cristianas que amáis y crecéis cada día en vuestra vocación de ser santos en el matrimonio y la familia.

“En ti —dice Dios a Abraham— serán bendecidas todas las familias de la tierra” (...) Esto es también realidad en el Padre Manyanet: en él son bendecidas todas las familias de la tierra (...)

Manyanet, hombre de experiencia mística y de silencio interior

Manyanet fue también un hombre de experiencia mística y de vida interior, y con esto vuelvo a la segunda lectura. Esta misión no la improvisó san José Manyanet. Por eso al nuevo santo le podemos aplicar también las palabras de la segunda lectura.

El apóstol Juan tuvo una gran experiencia del misterio de Jesús (...): “Lo que existía en el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto... lo que contemplamos, lo que tocaron nuestras manos, lo que se manifestó y de lo que os damos testimonio”... El apóstol anuncia su experiencia, vivida en la cercanía del Señor y después nos dice que hemos de dar testimonio (...) Y yo bendigo a Dios porque vosotros y vosotras, los hijos religiosos de san José Manyanet vivís esa misma experiencia.

San José Manyanet vive una experiencia semejante a la de los apóstoles aunque la vive 19 siglos más tarde. El centro de su experiencia mística es también el Verbo encarnado pero en la vida oculta, en la vida de la Sagrada Familia de Nazaret.

Y de aquí arranca el que será su carisma, ahora oficialmente reconocido y propuesto de manera solemne a toda la Iglesia. De la contemplación de la vida de la Sagrada Familia, san José Manyanet extrajo un mensaje para todas las familias. Y lo plasmó en un lema que es una síntesis de toda su espiritualidad: “Un Nazaret en cada hogar”.

La Sagrada Familia de Nazaret fue el centro de su espiritualidad y de ahí arranca también su carisma: presentar el modelo de la Sagrada Familia a todas las familias, principalmente mediante educación e instrucción de los niños y de los jóvenes, con la colaboración de los padres y madres.

En la contemplación de la Sagrada Familia descubrió el designio de Dios sobre la familia, un designio que no cambia, porque no es obra de los hombres sino de Dios (...)

No he dicho nada del silencio interior, pero solo aludiré a su etapa de desierto, de san José Manyanet, al silencio de los que su hijos e hijas llamáis con toda razón: la meditación en “las largas noches oscuras” por las que tuvo que pasar a lo largo de su peregrinación terrenal. Pero como ha dicho un gran teólogo actual que a la vez es un místico, “cuando los místicos tuvieron conciencia de la noche del espíritu, es porque tenían conciencia del día esplendoroso del Espíritu”. Para quien no hubiera visto nunca un día, la noche le parecería lo habitual. Cuando ellos sufrían y se lamentaban, y ofrecían a Dios esa añoranza de la luz, es porque ya la habían conocido. Eso le pasaba a san José Manyanet.

Acabo con una reflexión sobre el evangelio que hemos escuchado. Por encima del parentesco de sangre, Jesús exalta el parentesco del Espíritu. “¿Quién es mi madre y mis hermanos?” “Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dice: Estos son mis hermanos y mi madre. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (...) Es la familia espiritual de Jesús. Es la Iglesia en ciernes. Eso buscó san José Manyanet. Demos gracias a Dios por habernos dado a san José Manyanet, este profeta y abogado de la familia. Él es maestro, abogado e intercesor de las familias cristianas.

Texto extraído de las palabras de la homilía del cardenal Ricard Maria Carles durante la misa de acción de gracias por la canonización de José Manyanet, Roma 2004.

Fuente: José Manyanet Santo. Memoria de la Canonización. Barcelona 2006.


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