La pedagogía de José Manyanet tiene un nombre significativo: pedagogía familiar. No solo porque en sus escuelas se respira un clima de acogida familiar, sino porque implica, en la realización de su proyecto a una gran familia, toda la familia.
Los padres, primeros y principales educadores
Implica a las familias, porque son el ámbito natural del crecimiento y la educación de los hijos:
"La naturaleza misma indica que los primeros y principales educadores de los pequeños deben ser los padres. Los hijos tienen tendencia a imitarles incluso en las imperfecciones. De esto se deduce el cuidado atento y la solicitud continua que deben tener los padres por una buena y cristiana educación de los hijos".
Los padres sigan y dirijan a los hijos sin renunciar nunca a su deber de autoridad que anima a esforzarse y a vencer la pereza, sabe ir contra corriente y, cuando es necesario, corrige:
"Es importante que los hijos vean en nosotros decisión y convicción en la transmisión de los valores en los que creemos. Los padres no se desanimen frente a las dificultades de un hijo que no quiere aceptar los consejos y avisos. Tengan confianza en Dios y confíen que el tarde o temprano hará fructuosos sus esfuerzos".
José Manyanet sabe que las madres tienen un papel decisivo en la educación:
"Madres educad a vuestros hijos. Este alimento espiritual es tan importante para vosotras y para vuestros hijos como el físico. ¡Oh madres! Educad vosotras mismas a vuestros hijos, durante el mayor tiempo posible".
Aquello que se recibe en la infancia, cuando no se tiene pleno conocimiento con la mente pero el corazón ya es capaz de asimilar, incide de un modo significativo en toda la vida, por ello los padres, "deberían comenzar la enseñanza justo cuando los niños aprenden a repetir las primeras palabras, sobre todo las madres mientras les visten y desnudan. Es entonces cuando se incide más en sus tiernas mentes y en sus cándidos corazones las cosas que se les dicen y enseñan. No solo, sino que permanecerá en ellos la persuasión de la bondad y necesidad de aquellas cosas relacionándolas con el hecho de que quien se las comunicaba en aquel momento les amaba mucho y les acariciaba".
Los padres no pueden delegar enteramente la educación a la escuela. No es suficiente enviar a los hijos a la escuela:
"Después de los padres, vienen en este campo los sacerdotes y los maestros. Nótese que decimos 'después de los padres', para que estos comprendan que no están dispensados de sus obligaciones por el simple hecho de enviar a sus hijos al catecismo parroquial o a la escuela, sino que, además de la enseñanza impartida en casa por ellos, deben reconocer con solicitud sincera, si realmente asisten a la explicación hecha por el sacerdote, su frecuentan puntual y constantemente la escuela".
José Manyanet subraya a menudo que su obra nace como una ayuda para la familia, no para sustituirla. Ya en sus apuntes, que explican los objetivos del primer colegio abierto en Barcelona, escribe:
"Una instrucción sólidamente religiosa y una educación paternal, fina y esmerada, acompañada de una vigilancia nunca interrumpida, sin las más firmes garantías que podemos ofrecer a los padres que deseen educar a sus hijos según los principios de la fe y de la moral católicas".
Por lo tanto, los primeros educadores de los hijos son los padres, por eso las escuelas fundadas por José Manyanet prevén la escuela de padres, para que ellos, siendo buenos esposos, puedan cumplir de la mejor manera sus responsabilidad educativa.
Implica a la Sagrada Familia
Ella es el modelo para imitar. Nazaret es la escuela predilecta de José Manyanet y querría que fuese una escuela para todos.
La Sagrada Familia es la fuente de su inspiración. Contemplando la casa de Nazaret donde Jesús crece en sabiduría, edad y gracia, acompañado por María y José, Manyanet encuentra la clave para toda educación plenamente humana: el amor incondicional y total por los niños y los jóvenes.
Sus escuelas deberán inspirarse y serán un compendio de Nazaret: familia, donde se modela a la persona en todas sus dimensiones; taller, donde se trabaja y se crea; escuela, donde se ofrece a los niños una síntesis de fe, cultura y vida.
Implica a la familia de los hijos de Dios:
la Iglesia, familia de familias
Josep Manyanet amó a la Iglesia y buscó entusiasmar a los jóvenes para que vivieran felices su pertenencia a esta gran familia.
Implica a la familia de Dios:
la Trinidad, de la cual proviene la idea de familia
Dios es el eterno educador del hombre. "Nosotros como educadores somos colaboradores de Dios". Él ha puesto en el hombre una profunda nostalgia de Sí, por lo que el corazón del hombre está inquieto hasta que no se llene de la presencia de Dios. Esta intuición de san Agustín, Manyanet la explica con una imagen original:
"Dios quiere principalmente el corazón del hombre al que creó para que lo amara, y en este amor no admite ninguna competencia. Como la aguja magnetizada de la brújula tiembla y no se para hasta que no encuentra el norte, que es su centro, así el corazón del hombre vive inquieto y agitado mientras va a la búsqueda de otras cosas fuera de Dios, que debe ser siempre y en todo su último fin".
Cuando Dios está en el centro del corazón del hombre, él es capaz de cultivar la buenas relaciones con los otros.
Dios ha puesto en el ánimo del hombre y en su mente una profunda sed de verdad y una llamada fuerte al conocimiento, pero "considérese que las ciencias no pueden encontrar la unidad sino en el seno de una idea superior, la idea de Dios. La ciencia de Dios es la idea madre que dirige, coordina y vivifica todas las otras".
Los padres, primeros y principales educadores
Implica a las familias, porque son el ámbito natural del crecimiento y la educación de los hijos:
"La naturaleza misma indica que los primeros y principales educadores de los pequeños deben ser los padres. Los hijos tienen tendencia a imitarles incluso en las imperfecciones. De esto se deduce el cuidado atento y la solicitud continua que deben tener los padres por una buena y cristiana educación de los hijos".
Los padres sigan y dirijan a los hijos sin renunciar nunca a su deber de autoridad que anima a esforzarse y a vencer la pereza, sabe ir contra corriente y, cuando es necesario, corrige:
"Es importante que los hijos vean en nosotros decisión y convicción en la transmisión de los valores en los que creemos. Los padres no se desanimen frente a las dificultades de un hijo que no quiere aceptar los consejos y avisos. Tengan confianza en Dios y confíen que el tarde o temprano hará fructuosos sus esfuerzos".
José Manyanet sabe que las madres tienen un papel decisivo en la educación:
"Madres educad a vuestros hijos. Este alimento espiritual es tan importante para vosotras y para vuestros hijos como el físico. ¡Oh madres! Educad vosotras mismas a vuestros hijos, durante el mayor tiempo posible".
Aquello que se recibe en la infancia, cuando no se tiene pleno conocimiento con la mente pero el corazón ya es capaz de asimilar, incide de un modo significativo en toda la vida, por ello los padres, "deberían comenzar la enseñanza justo cuando los niños aprenden a repetir las primeras palabras, sobre todo las madres mientras les visten y desnudan. Es entonces cuando se incide más en sus tiernas mentes y en sus cándidos corazones las cosas que se les dicen y enseñan. No solo, sino que permanecerá en ellos la persuasión de la bondad y necesidad de aquellas cosas relacionándolas con el hecho de que quien se las comunicaba en aquel momento les amaba mucho y les acariciaba".
Los padres no pueden delegar enteramente la educación a la escuela. No es suficiente enviar a los hijos a la escuela:
"Después de los padres, vienen en este campo los sacerdotes y los maestros. Nótese que decimos 'después de los padres', para que estos comprendan que no están dispensados de sus obligaciones por el simple hecho de enviar a sus hijos al catecismo parroquial o a la escuela, sino que, además de la enseñanza impartida en casa por ellos, deben reconocer con solicitud sincera, si realmente asisten a la explicación hecha por el sacerdote, su frecuentan puntual y constantemente la escuela".
José Manyanet subraya a menudo que su obra nace como una ayuda para la familia, no para sustituirla. Ya en sus apuntes, que explican los objetivos del primer colegio abierto en Barcelona, escribe:
"Una instrucción sólidamente religiosa y una educación paternal, fina y esmerada, acompañada de una vigilancia nunca interrumpida, sin las más firmes garantías que podemos ofrecer a los padres que deseen educar a sus hijos según los principios de la fe y de la moral católicas".
Por lo tanto, los primeros educadores de los hijos son los padres, por eso las escuelas fundadas por José Manyanet prevén la escuela de padres, para que ellos, siendo buenos esposos, puedan cumplir de la mejor manera sus responsabilidad educativa.
Implica a la Sagrada Familia
Ella es el modelo para imitar. Nazaret es la escuela predilecta de José Manyanet y querría que fuese una escuela para todos.
La Sagrada Familia es la fuente de su inspiración. Contemplando la casa de Nazaret donde Jesús crece en sabiduría, edad y gracia, acompañado por María y José, Manyanet encuentra la clave para toda educación plenamente humana: el amor incondicional y total por los niños y los jóvenes.
Sus escuelas deberán inspirarse y serán un compendio de Nazaret: familia, donde se modela a la persona en todas sus dimensiones; taller, donde se trabaja y se crea; escuela, donde se ofrece a los niños una síntesis de fe, cultura y vida.
Implica a la familia de los hijos de Dios:
la Iglesia, familia de familias
Josep Manyanet amó a la Iglesia y buscó entusiasmar a los jóvenes para que vivieran felices su pertenencia a esta gran familia.
Implica a la familia de Dios:
la Trinidad, de la cual proviene la idea de familia
Dios es el eterno educador del hombre. "Nosotros como educadores somos colaboradores de Dios". Él ha puesto en el hombre una profunda nostalgia de Sí, por lo que el corazón del hombre está inquieto hasta que no se llene de la presencia de Dios. Esta intuición de san Agustín, Manyanet la explica con una imagen original:
"Dios quiere principalmente el corazón del hombre al que creó para que lo amara, y en este amor no admite ninguna competencia. Como la aguja magnetizada de la brújula tiembla y no se para hasta que no encuentra el norte, que es su centro, así el corazón del hombre vive inquieto y agitado mientras va a la búsqueda de otras cosas fuera de Dios, que debe ser siempre y en todo su último fin".
Cuando Dios está en el centro del corazón del hombre, él es capaz de cultivar la buenas relaciones con los otros.
Dios ha puesto en el ánimo del hombre y en su mente una profunda sed de verdad y una llamada fuerte al conocimiento, pero "considérese que las ciencias no pueden encontrar la unidad sino en el seno de una idea superior, la idea de Dios. La ciencia de Dios es la idea madre que dirige, coordina y vivifica todas las otras".
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