lunes, 2 de septiembre de 2013

La cultura del corazón y del intelecto, por Josep Roca, S.F.

José Manyanet consideró que el medio más adecuado para la formación de las familias cristianas era la educación e instrucción católica de los niños y los jóvenes.

Resume su programa pedagógico y sus objetivos en esta doble vertiente: "La cultura del corazón y el intelecto".

Escribe en 1889: "La educación e instrucción sólidamente católica de la juventud es el medio más apto, más sencillo y práctico para reformar la familia y con ella la sociedad".

Es necesario, por esta razón, llegar a conocer a fondo el corazón del niño: "No se puede olvidar —recuerda— que el corazón del niño es como un pedazo de cera blanda en el que se puede imprimir con facilidad una imagen. ¡ Feliz aquel que consigue que la primera figura imprimida en estos corazones tiernos de la juventud sea la de Jesús, nuestro Redentor!"

Su pedagogía se caracteriza por un estilo familiar y el desarrollo de la afectividad, que supone acogida, aceptación, constancia, exigencia, paciencia y afecto.

Con la cultura del corazón, se tiene que buscar la cultura del intelecto, es decir, conseguir una instrucción sólida y orgánica, porque un intelecto bien formado es capaz de buscar la verdad, que es única, porque tanto la verdad científica como la de la fe, provienen de Dios, el creador de todas las cosas.

Los alumnos bien formados son capaces de dar razón de la propia fe y formular una respuesta verídica a los interrogantes de la vida y del mundo.

Esta educación e instrucción, con la colaboración de los padres, adiestra a los alumnos para un futuro provechoso, los capacita para una opción responsable en la vida y les ofrece una preparación remota en el momento de tomar estado.

Por este motivo, los educadores tienen que estar bien fundamentados en la ciencia, el estudio y la oración, ser celosos de la gloria de Dios y de la santificación de las personas, obrar con rectitud de intención, ser testigos antes que maestros e imitar a María y José en la solicitud por educar a su hijo Jesús, es decir, estar investidos de la paternidad espiritual y considerar a los alumnos como "hijos del gran Rey".

El primer colegio que fundó fue el de San José, en Tremp (1864). En 1874 estableció a las religiosas en Talarn. A partir de 1876, se traslado con algunos religiosos a Barcelona y en años sucesivos recibió la dirección de diversas escuelas y colegios en el distrito de Ciutat Vella.

El colegio Jesús, María y José, de Sant Andreu de Palomar (1877) fue su residencia habitual y el centro de expansión, por esto es considerado la casa madre del instituto. Su actividad fue extraordinaria y las fundaciones se sucedieron sin interrupción, casi una por año.

Mayormente situaba las obras en barriadas populares o de la periferia con carencias educativas. Tenía predilección por los más pobres, "porque los ricos ya tienen sus colegios".

Fuente: San José Mañanet, profeta de la familia, por Josep Roca (2007).

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