viernes, 6 de septiembre de 2013

Seis principios fundacionales, por José María Blanquet, S.F.

Cuando el sacerdote Manyanet deja el palacio episcopal de Urgell, en mayo de 1865, para entregarse plenamente a la tarea de la nueva fundación, tiene un horizonte muy claro de lo que Dios le pide para la Iglesia y para la sociedad. La presión antirreligiosa se ejercía en las escuelas, en las que el Estado pretendía tener un papel creciente y monopolizador, con graves consecuencias para la vida cristiana de las familias.

Puesto que los revolucionarios iban a la escuela para destruir a la familia, a ella debían ir también los cristianos para defenderla. Un punto clave de la regeneración de la sociedad era para Manyanet la formación y el mantenimiento de la familia mediante la educación católica de la niñez y de la juventud. Por lo cual, él concibe su obra como una familia, inspirada en la Sagrada Familia, para las familias pero con las mismas familias, y la organiza en consecuencia.

Sus características principales son seis:

1. Los miembros del Instituto comparten en sus quehaceres una vida de auténtica familia. La vida comunitaria debe ser característica esencial de la nueva Congregación. Ha de ser, ante todo y sobre todo, una familia.

2. No se trata de construir una simple sociedad educacional, sino, más bien, una entidad religiosa en toda la amplitud espiritual y jurídica del término, consagrada a Dios mediante la profesión de los consejos evangélicos, a imitación de Jesús, María y José.

3. Los religiosos Hijos de la Sagrada Familia deberán consagrarse, como fin principal de su actividad sacerdotal comunitaria, a la formación de auténticas familias cristianas, principalmente por medio de la educación e instrucción de la niñez y de la juventud.

Este es el carisma de san José Manyanet y de su Instituto. "La educación e instrucción sólidamente católica de toda la juventud puesta en manos de sacerdotes y de estos, religiosos, ad hoc llamados por Dios, —escribía en 1889— es, a mi pobre entender, el medio más apto, más sencillo y práctico para reformar la familia y con ella la sociedad, y volverla a su propio centro, que es la Iglesia católica". El Instituto de los Hijos de la Sagrada Familia es, pues, una familia para las familias.

4. Se tomaban como punto de partida y meta la vida y los ejemplos de la Sagrada Familia de Nazaret. El ejemplo de la familia de Jesús, María y José lo había sintetizado, en un principio, en la figura de san José, bajo cuyo patrocinio puso la primera morada del Instituto y el centro educativo de Tremp.

5. San José Manyanet había aprendido a amar a la Iglesia en la persona del obispo Caixal, y quiso que su Instituto se mantuviera siempre en comunión con la Iglesia universal, porque estaba convencido que de ella dependía la eficacia de su actividad apostólica.

6. El fundador, desde el principio, creó una asociación católica, que llamó "Camareros (ayudante de camara) de la Sagrada Familia", como una tercera orden, para llevar el evangelio de Nazaret al mundo: más concretamente, para hacer de cada familia un hogar según el modelo de Nazaret y asegurar la participación de los laicos, sobre de los padres y madres de familia, en la misión del Instituto.

En resumen, san José Manyanet quiso que en el Instituto, en su familia religiosa, inspirada en la Sagrada Familia, todo sea para las familias pero con la ayuda de las mismas familias.

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