martes, 3 de septiembre de 2013

El llanto de una familia, por Sergio Cimignoli, S.F.

Acompañado por la oración de sus hijos que, a duras penas, aguantaban las lágrimas, José Manyanet, después de haber pronunciado estas palabras: "Jesús, José y María, expire en paz con vosotros el alma mía", dejó esta vida. Era el amanecer del 17 de diciembre de 1901.

Como publicó el diario El Correo Catalán: "Todo el barrio se estrechó a su alrededor: trabajadores, mujeres y niños..., como una familia que llora una pérdida irreparable".

José Manyanet no dejó un testamento escrito, pero su vida se ha convertido en una herencia preciosa para la Iglesia, para sus hijos e hijas, para los niños y los jóvenes y para la sociedad. Su carisma, su obra y su santidad, son un mensaje atractivo y actual para todos.

El buen humor con el que afrontó los últimos momentos de su vida, nos dice que estar cercanos a Dios nos hace felices y hace buena la vida. Nos hace capaces de afrontarlo todo: "No te extrañes que la presencia de Dios de paz, tranquilidad y alegría y de que el alma unida a Dios sienta estos beneficios. Esto es natural..., sería extraño que el fuego helara y que el frío provocase calor".

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