martes, 3 de septiembre de 2013

Segunda mitad del siglo XIX: época de grandes luchas, por Sergio Cimignoli, S.F.

En España y en Europa se vivía una época de grandes luchas que llegaron a ser muy violentas contra la Iglesia y sus instituciones, hasta la supresión de las órdenes religiosas y la persecución abierta y cruenta contra sus representantes.

Entre otros le tocó también al obispo Caixal, que después de haber sido exiliado en varias ocasiones, murió en Roma en 1879.

En estas luchas de poder político entre carlistas y liberales, la Iglesia en España se encontró tristemente dividida. Sus hombres se decantarán unos de un lado y otros de otro.

Pero la lucha más fuerte en aquel momento fue en el plano ideológico. El objetivo era descristianizar la sociedad en España y Europa, empezando por lo que es el fundamento: la familia.

La cultura dominante de entonces buscaba desestabilizar a la familia haciendo pasar el mensaje de que la propuesta cristiana estaba superada, era obsoleta, anacrónica, oscurantista..., contraria al progreso de la ciencia y de la evolución social. Sólo una propuesta plenamente laica y secularizadora podía prometer derechos y dignidad en una sociedad nueva...

José Manyanet intuyó ya en la mitad del siglo XIX que nos estábamos jugando el futuro de la humanidad. Joven sacerdote, iluminado por el Espíritu, entendió aquello que se apunta en la Familiaris Consortio: "El futuro de la Iglesia y de la sociedad pasa a través de la familia".

Arriesgando la propia vida

Muchos cristianos no supieron responder más que con el silencio o acomodándose a la opinión reinante. Él en cambio no transigió, y hombre decidido como era, no tuvo miedo de arriesgar incluso la propia vida.

Se encontró en medio de dos revoluciones: la de 1868 mientras estaba en Tremp, y la de 1873, al poco tiempo de llegar a Barcelona.

En 1868 permaneció en su lugar, a pesar de ser perseguido, calumniado, y abiertamente amenazado de muerte: "Yo trabajaba por Dios, y estando Dios con nosotros, ¿quién contra nosotros?"

Fue justamente en este periodo cuando uno de los jóvenes más encarnizado contra él, en una pelea entre soldados, asesinó a un oficial del ejército. Fue detenido y encarcelado en espera de ser ejecutado. Él, sin titubeos, "arriesgando la vida, fue desde Tremp a la Seu d’Urgell, con el fin de obtener del gobernador de aquella ciudad la gracia en favor del condenado a muerte que, junto a otros tres compañeros, había sido su peor enemigo hasta el punto de estar dispuesto a atentar contra su vida".

El 11 de febrero de 1873, después de la revolución, fue proclamada en España la I República. Manyanet, "vestido de paisano y dejándose crecer la barba" se encontró paseando por las Ramblas. Un señor elegantemente vestido había convertido la popular arteria ciudadana en un Hyde Park londinense y hacía un verdadero mitin, en el cual la religión y la Iglesia no quedaban precisamente en buen lugar.

Manyanet reaccionó: "El padre, encendido de santo celo por su fe ultrajada, se abrió paso en medio de los oyentes y, llegando delante del impostor, osó contradecirlo en voz alta, demostrando al público oyente la falsedad de aquellas opiniones. La confutación fue hecha con tal energía y elocuencia, que aquel emisario de Satanás quedó mudo, incapaz de resistir a sus argumentos. Mientras el padre defendía así la verdad, se dio cuenta de que un individuo armado de pistola intentaba llegarse a él; pero la tentativa de agresión quedó sin efecto, porque el padre, sin saber cómo, se halló lejos de aquella muchedumbre y a salvo de sus enemigos".

Fuente: Josep Manyanet, desde Nazaret, un profeta para la familia, por Sergio Cimignoli, S.F.

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