viernes, 6 de septiembre de 2013

Casal San José Manyanet de Tremp


La casa donde nació José Manyanet está en el centro de Tremp (La Seu d´Urgell, España), en la calle Peresall, número 6. Hoy es un centro de oración y reflexión sobre la vida y la obra de San José Manyanet, cuyo nombre es Casal Manyanet.
















José Manyanet y Vives es también conocido como el apóstol-profeta de la Sagrada Familia, Jesús, María y José, y de las familias por su misión emprendida durante la segunda mitad del siglo XIX, sin embargo, su espiritualidad y carisma no mira al pasado sino que se propone como inspiración y guía para todas las familias.


PLANTAS DEL CASAL Y
DISTRIBUCIÓN DE LAS SALAS






















Para conocer y enseñar el mensaje hay que conocer primero a la persona. En este sentido, el Casal José Manyanet se ofrece a todos aquellos interesados en familiarizarse con la vida y obra del Fundador de los Hijos de la Sagrada Familia y las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret.

















El Casal San José Manyanet tiene salas en donde se puede seguir el desarrollo misionero de los Hijos de la Sagrada Familia y las Misioneras de la Sagrada Familia de Nazaret. El trabajo educativo de los religiosos y religiosas entre los niños y jóvenes siempre ha estado presente en la historia de ambas congregaciones. Un recorrido por los colegios, parroquias, centros de espiritualidad, ONGs, santuarios..., atendidos por los hijos e hijas de san José Manyanet nos ofrece una visión dinámica e inspiradora de la espiritualidad y carisma de los dos institutos religiosos.
























El fundador de los Hijos de la Sagrada Familia y las Misioneras de la Sagrada Familia de Nazaret expuso su pensamiento y espiritualidad a través de libros, artículos, cartas, que nos muestran el lado más reflexivo e íntimo de su sacedocio. Estas obras, algunas de las cuales se conserva el manuscrito, están a la vista del público.
















La obra de san José Manyanet está ligada a la de don José María Bocabella y Antonio Gaudí a través de una de las más grandes expresiones arquitectónicas, espiritual y religiosa, de la humanidad: el Templo de la Sagrada Familia. El Casal Manyanet exhibe en sus vitrinas documentación original que nos ayuda a comprender y valorar con rigor histórico los orígenes del templo.











La Tercera Orden, por José María Blanquet, S.F.

Casi todos los grandes fundadores de órdenes religiosas han creado las llamadas Terceras Ordenes. El nombre tiene su origen en san Francisco de Asís, quien, además de los frailes (Primera Orden) y de las llamadas Damas Pobres de Santa Clara (Segunda Orden), dio principio durante su vida, acaso o más probablemente después de su muerte, a la fórmula de que los seglares que vivían en medio del mundo se vinculasen a su espíritu y al apostolado de los franciscanos. Estos laicos tomaron nombre de la Tercera Orden.

Manyanet, como Tercera Orden de los Hijos e Hijas de la Sagrada Familia, ideó dos asociaciones católicas tituladas Camareros de la Sagrada Familia (1868) y Camareras de la Sagrada Familia (1874). Estos nombres no tenían en la mente de Manyanet un sentido de actividad profesional, sino de honroso e íntimo servicio a la primera de todas las familias.

En el prólogo de la asociación femenina, que se titula Orden Tercera de la Sagrada Familia. Idea de la Tercera Orden, Manyanet expone su pensamiento:

"Toda persona que desee llevar una vida religiosa y no pueda o no tenga fuerzas para ligarse con el vínculo de los santos votos en el instituto de la Sagrada Familia, puede ingresar a la Orden Tercera del mismo instituto, en la cual se lleva una vida arreglada y muy conforme a los preceptos de Jesucristo y de su santa Iglesia, y participa, además, del inmenso caudal de obras y sufragios del Instituto como miembros de un mismo cuerpo místico".

Las camareras de la Sagrada Familia "no venían obligadas a más que guardar los preceptos comunes de Dios y de la Santa Iglesia".

El talento educativo de Manyanet se manifiesta en las Reglas, que son las verdaderas constituciones para dicha asociación.

Llevar el Evangelio de Nazaret al mundo

Antes de entrar en detalles en los que el padre Manyanet es, lógicamente, deudor de la sensibilidad y de las costumbres religiosas de su tiempo, conviene poner de relieve que la idea fundamental de esta Tercera Orden es, por una parte, llevar el Evangelio de Nazaret al mundo; más concretamente, hacer de cada familia un hogar a imagen de la familia de Nazaret, y, por otra, asegurar la propia formación, participación y colaboración de los seglares —padres y madres de familia sobre todo— en la espiritualidad y misión de sus dos congregaciones.

Todo por la familia y para las familias —sus congregaciones eran familias para las familias—, pero también con las familias. Los detalles y normas, que vamos a citar, bien lo ponen en evidencia.

Camareras internas y externas

Las Camareras de la Sagrada Familia se dividían en dos clases: internas y externas.

Las internas eran admitidas a vivir perpetuamente dentro del recinto de las casas religiosas, en departamento separado, pero bajo su dirección y dependencia. Hacían un acto de consagración a la Sagrada Familia, al que precedía un tiempo prudencial de aprobación, más o menos largo, a juicio de los superiores.

Asistían a los actos comunes de piedad —misa, rosario y examen general de conciencia— y a las refecciones, siempre que su edad y salud se lo permitiesen. Trabajaban en favor de la casa sin retribución pecuniaria alguna y comían de la mesa común.

Podían ser trasladadas de una casa a otra y no podían ser despedidas salvo por una razón de escándalo, que correspondía valorar debidamente al superior y al mismo prelado, el cual debía confirmarlo. Al fallecer una de estas camareras internas se le dedicaban iguales sufragios que a las religiosas.

Las camareras externas podían ser también personas "ligadas con el vínculo del santo matrimonio". La visión del matrimonio que Manyanet refleja es siempre positiva. Hacían un acto de consagración a la Sagrada Familia idéntico al de las internas. Y llegamos al punto clave: estas personas han de expandir no una mera devoción, sino el Evangelio en medio del mundo.

En el Reglamento de las Camareras afirma que en Nazaret "hay un modelo perfectísimo para todos los estados, edades y condiciones". Dice:

"Hay que aficionar [a la familia] a imitar el perfectísimo modelo de la Sagrada Familia, y así, de seguro, se reformará; y, reformada ella, quedará saneada la sociedad. No hay otro medio".

Manyanet, desde el realismo de la Encarnación, nunca separa familia, educación y sociedad, y esto da a su planteamiento indudable actualidad y valor también para quienes hoy sean capaces, como cristianos, de escuchar su mensaje y de llevarlo a la práctica según las exigencias de cada tiempo.

En el artículo 21 de los estatutos de los Camareros... se establecía la norma de que cada miembro de la Asociación, sin necesidad de ir a la iglesia, aun sin dejar su trabajo y sus ocupaciones y sin que los demás se enterasen de ello, durante una hora diaria tenía que recogerse interiormente.

"[...] Y formar intención de pasar aquella hora en la presencia de Jesús, María y José, admirando y alabando sus grandezas y con intención de imitar sus virtudes. Terminará dando gracias a Dios y propondrá ejercitarse en algún acto de virtud o pequeña mortificación en obsequio de sus cariñosos soberanos".

El don que recibió de aplicar a todos los estados y condiciones los ejemplos de la Sagrada Familia aparece de forma especial en un pequeño volumen titulado Meditaciones dedicadas a la Asociación de la familia cristiana bajo el soberano patrocinio de la Sagrada Familia (inédito), con el que entra en relación con todo el movimiento de devoción a la Sagrada Familia que se iba desarrollando en Francia, Holanda e Italia, y que preparó la intervención del papa León XIII en 1892 sobre el culto y devoción a la Sagrada Familia.

Manyanet contempla a los personajes de la Familia de Nazaret y los proyecta a todos los miembros de la familia cristiana. Veamos lo que propone —sólo se transcribe el índice— para los padres de familia:

– Designio de Dios en la Sagrada Familia para todas las familias.
– Mutuo amor de María a José y de José a María, su esposa.
– Conformidad de pareceres de los santos esposos María y José.
– Celo de María y José por el cumplimiento de la Ley de Dios.
– Laboriosidad de María y José para el sostén y sustento de la familia.
– Ejercicios religiosos de María y José en el seno de la familia.
– Mutua caridad de María y José en sus particulares atribuciones.

Manyanet encuentra también valiosos ejemplos en la vida oculta de Jesús para los niños y niñas, a los que no duda en proponer, en diversas meditaciones, estos temas (entre otros):

– Pobreza de Jesús.
– Amor de Jesús a sus padres.
– Obediencia de Jesús a María, su madre, y a su padre nutricio, José.
– Entretenimientos de Jesús.
– Jesús trabaja y ayuda a sus padres.
– Jesús ora.
– Jesús crece en sabiduría, en gracia y en edad.
– Jesús, modelo de los niños, nuestra única esperanza y consuelo.

María —contemplada con el especial sentido de la encarnación y del realismo evangélico de Manyanet— es ejemplo de virtud para las jóvenes. Veamos algunos ejemplos:

– María con sus padres: dulce nombre de María.
– Conducta de María con sus compañeras.
– Laboriosidad de María.
– Conformidad de María en todas las cosas.
– Ternura y caridad de María para con los prójimos.

Y la figura de José —del patriarca san José—, una figura varonil y entrañable, de la que el padre habla con aquella intuición y devoción que le han tenido siempre las grandes almas contemplativas:

– Trato de José (así le llama familiarmente, sin el "san") con sus prójimos.
– José, nacido de sangre real, aprende el oficio de carpintero.
– Conformidad de José a la divina voluntad.
– Celo de José por la honra de Dios,
– Espíritu de mortificación de José.
– José fomenta la paz y la concordia entre sus prójimos.
– José, modelo de jóvenes y cuanto merece nuestro amor y confianza.

Fuente: José Manyanet. Profeta de la Familia. J.M. Blanquet - J. Piquer.

El escudo de los Hijos de la Sagrada Familia



El escudo o emblema de la Congregación de los Hijos de la Sagrada Familia que, ya en vida del Fundador aparece en los primeros documentos del Instituto, contiene los perfiles característicos de la sociedad religiosa, nazarena y familiar fundada por san José Manyanet.

Estan juntos los corazones de Jesús, María y José, símbolo de la comunión familiar de la Sagrada Familia de Nazaret que se propone reproducir y propagar el nuevo Instituto.

La vida de Nazaret estuvo marcada, sin embargo, por la cruz de Jesús, los dolores de María y el silencio de José, que orientan la vida e historia de la Congregación.

Las palmas, que más tarde se cambiaron en azuzenas, preconizan la importancia de la obra de la Sagrada Familia en la Iglesia y en la sociedad.

El lazo con la inscripción del Instituto de la Sagrada Familia aplica toda la alegoría del dibujo a la inspiración carismática de san José Manyanet

Seis principios fundacionales, por José María Blanquet, S.F.

Cuando el sacerdote Manyanet deja el palacio episcopal de Urgell, en mayo de 1865, para entregarse plenamente a la tarea de la nueva fundación, tiene un horizonte muy claro de lo que Dios le pide para la Iglesia y para la sociedad. La presión antirreligiosa se ejercía en las escuelas, en las que el Estado pretendía tener un papel creciente y monopolizador, con graves consecuencias para la vida cristiana de las familias.

Puesto que los revolucionarios iban a la escuela para destruir a la familia, a ella debían ir también los cristianos para defenderla. Un punto clave de la regeneración de la sociedad era para Manyanet la formación y el mantenimiento de la familia mediante la educación católica de la niñez y de la juventud. Por lo cual, él concibe su obra como una familia, inspirada en la Sagrada Familia, para las familias pero con las mismas familias, y la organiza en consecuencia.

Sus características principales son seis:

1. Los miembros del Instituto comparten en sus quehaceres una vida de auténtica familia. La vida comunitaria debe ser característica esencial de la nueva Congregación. Ha de ser, ante todo y sobre todo, una familia.

2. No se trata de construir una simple sociedad educacional, sino, más bien, una entidad religiosa en toda la amplitud espiritual y jurídica del término, consagrada a Dios mediante la profesión de los consejos evangélicos, a imitación de Jesús, María y José.

3. Los religiosos Hijos de la Sagrada Familia deberán consagrarse, como fin principal de su actividad sacerdotal comunitaria, a la formación de auténticas familias cristianas, principalmente por medio de la educación e instrucción de la niñez y de la juventud.

Este es el carisma de san José Manyanet y de su Instituto. "La educación e instrucción sólidamente católica de toda la juventud puesta en manos de sacerdotes y de estos, religiosos, ad hoc llamados por Dios, —escribía en 1889— es, a mi pobre entender, el medio más apto, más sencillo y práctico para reformar la familia y con ella la sociedad, y volverla a su propio centro, que es la Iglesia católica". El Instituto de los Hijos de la Sagrada Familia es, pues, una familia para las familias.

4. Se tomaban como punto de partida y meta la vida y los ejemplos de la Sagrada Familia de Nazaret. El ejemplo de la familia de Jesús, María y José lo había sintetizado, en un principio, en la figura de san José, bajo cuyo patrocinio puso la primera morada del Instituto y el centro educativo de Tremp.

5. San José Manyanet había aprendido a amar a la Iglesia en la persona del obispo Caixal, y quiso que su Instituto se mantuviera siempre en comunión con la Iglesia universal, porque estaba convencido que de ella dependía la eficacia de su actividad apostólica.

6. El fundador, desde el principio, creó una asociación católica, que llamó "Camareros (ayudante de camara) de la Sagrada Familia", como una tercera orden, para llevar el evangelio de Nazaret al mundo: más concretamente, para hacer de cada familia un hogar según el modelo de Nazaret y asegurar la participación de los laicos, sobre de los padres y madres de familia, en la misión del Instituto.

En resumen, san José Manyanet quiso que en el Instituto, en su familia religiosa, inspirada en la Sagrada Familia, todo sea para las familias pero con la ayuda de las mismas familias.

Hijos de la Sagrada Familia, Jesús, María y José, ¿por qué?, por José María Blanquet, S.F.

San José Manyanet nos llamó Hijos de la Sagrada Familia, Jesús, María y José ya desde los albores de la fundación. El texto del primitivo Reglamento, de la fórmula de profesión religiosa que usó el Fundador y los primeros religiosos, y de las Constituciones y Reglas, lo tienen así formulado.

Él escribió que "por nuestra vocación somos llamados Hijos de la Sagrada Familia". ¿Qué fue primero la vocación o el título? Puede asegurarse que una y otro nacieron simultáneamente en la oración y contemplación del misterio de la vida de la Sagrada Familia de Nazaret y en la constatación de la situación social de su tiempo.

"Los patronos de nuestra congregación son nuestros Padres, Jesús, María y José, augusta Trinidad de la tierra, dada por el Padre celestial a los hombres como perfectísimo modelo. Téngala nuestros religiosos singularísimo afecto, procuren imitar fielmente sus virtudes y trabajen con celo para propagar su culto y devoción" (Suma 2).

La Sagrada Familia, Jesús, María y José, son nuestros Padres y, por consiguiente, nosotros somos sus Hijos —Hijos de la Sagrada Familia, Jesús, María y José— y Ellos son el modelo dado por Dios a todas las familias de la tierra. Debemos honrarla porque somo hijos; imitarla para hacer proféticamente presente su estilo de vida; y propagar su culto para que las familias vivan su vocación y misión según el plan de Dios revelado a la Sagrada Familia de Nazaret.

La decisión de colocar el Instituto bajo el patrocinio de la Sagrada Familia fue fruto de la gracia de Dios, pues aunque en Francia, Bélgica e Italia existían ya movimientos en favor de la devoción a la Sagrada Familia, en España no los había por lo menos de importancia.

El nuestro es el segundo Instituto masculino que nace en la España del siglo XIX, después de los Misioneros del Inmaculado Corazón de María, de san Antonio María Claret, y no resulta en los años de preparación de la fundación ninguna conexión ni con el P. Francoz de Lión, ni con los Redentoristas de Lieja, ni con el canónigo de Bolonia, Serafino Giorgi, que son los pioneros de la devoción a la Sagrada Familia en Europa.

Las raíces espirituales del carisma nazareno de san José Manyanet hay que buscarlo en su particular devoción a la Virgen de Valldeflors, patrona de su ciudad, que aparece con el niño Jesús en sus brazos, y a la que fue consagrado en la infancia por su madre, recibiendo la gracia de su aparición, y en su especial devoción a san José, ya sea porque llevaba su nombre —José Joaquín, se llamaba—, ya sea porque había aprendido a amarle al lado del obispo José Caixal, que era un gran devoto josefino.

El salto no fue difícil, sobre todo a través de san José, cuyas prerrogativas de esposo de la Virgen María y Padre de Jesús, lo vinculan necesariamente al Hogar de Nazaret. Ambos —María y José— le introdujeron en la intimidad de la Casa de Nazaret y allí fijó su residencia.

San José Manyanet puso, pues, el Instituto bajo el patrocinio de la Sagrada Familia para que reprodujese y actualizase en el tiempo el misterio de su vida, imitase sus virtudes y tradujese sus valores y los propagase a todos los hogares, ya que encierra un designio de salvación de Dios para la Iglesia y para la sociedad.

Manyanet identifica en Nazaret a la primera comunidad cristiana, la primera comunidad religiosa y la primera iglesia doméstica. Gracias al don de la filiación nazarena, habla siempre de la Sagrada Familia como de "nuestros santísimos Padres" y lo hace con un lenguaje tan familiar y enternecedor que revela el grado de intimidad que había alcanzado. Toda su vida y acción llevan ese sello.

El culto a san José y el templo de la Sagrada Familia

JOSÉ MANYANET Y VIVES















JOSÉ MARÍA BOCABELLA














ANTONIO GAUDÍ














El culto a san José no fue una moda o un capricho de los cristianos de la época (siglo XIX, en 1870 san José fue proclamado Patrón de la Iglesia por el Papa Pio IX) sino como consecuencia de las dramáticas luchas entre obreros y patronos en el siglo XIX.

Ante la creciente lucha de clases y el odio entre obreros y patronos era lógico que la Iglesia buscara un camino que sirviera para establecer la justicia social y desterrar el odio. Por esta razón, la figura de san José, obrero ejemplar, y de la Sagrada Familia viviendo en armonía, proporcionaban un adecuado modelo para sustituir la lucha por la lucha y el odio cada día en incremento.

Nada tiene de extraño que en Catalunya este sentimiento josefino fructificara en una serie de iniciativas tendentes a glorificar al esposo de María. Está demostrado que el padre Manyanet ideó la construcción del templo dedicado a san José antes de que José María Bocabella pensara en reproducir la basílica de Loreto como homenaje a la Santa Casa de Nazaret milagrosamente trasladada a Loreto.

Es conocido que el librero y editor Bocabella creó la asociación josefina y, después de diversos cambios de idea, comenzó a pensar en la erección de un Templo dedicado a la Sagrada Familia. Ya en 1877 contó con el desinteresado concurso del arquitecto diocesano Francisco de P. Del Villar y Lozano para el proyecto de iglesia neogótica que, el día de san José de 1882 fue comenzada con la colocación y bendición de la primera piedra por el doctor José Urquinaona Bidot, obispo de la diócesis de Barcelona.

Al impulso de Manyanet y la acción de Bocabella se unió, a partir de finales de 1883, la genialidad de Gaudí que convirtió lo que hubiera podido ser un edificio religioso interesante en una obra cumbre de la historia de la arquitectura.

Joan Bassegoda Nonell: Especialista en Antonio Gaudi y Titular de la Catedra Gaudi de la Escuela T.S. de Arquitectura de Barcelona.

El texto reproducido es un extracto del prologo del libro "Manyanet, Bocabella, Gaudi, tres grandes para una gran templo".

La peana de san José Manyanet en el Templo de la Sagrada Familia
















La imagen de san José Manyanet, obra de Francesc Carulla, colocada el 14 de octubre de 2010 en la fachada lateral del portal de la Pasion del Templo de la Sagrada Familia de Barcelona, está apoyada sobre esta peana, en cuya parte inferior pueden verse los tres corazones de Jesús, María y José con la inscripción "Josep Manyanet".

Es el resumen del ideal que anidaba en el corazón de san José Manyanet: honrar a la Familia de Jesús, María y José y llevar sus virtudes y ejemplo de vida doméstica a todas las familias. Ahora lo proclama desde un púlpito más alto y ante un desfile de familias y personas que acuden al templo para admirar su belleza artística y al mismo tiempo recoger el mensaje de vida familiar que dimana del mismo.

Fuente: Revista Sagrada Familia (2011)

San José Manyanet y Antonio Gaudí, dos santos y un gran sueño, por Sergio Cimignoli, S.F.

Entre las ciudades europeas, Barcelona es moderna y dinámica. Los reclamos son muchos y de todo tipo. Pero, sin duda, en los últimos años, el principal ha sido el arte de Antonio Gaudí.

Gaudí es el único arquitecto moderno que recibe cada año el reconocimiento de más de dos millones de visitantes. Todos quedan encantados por la originalidad y actualidad de un artista genial, audaz, revolucionario... un "enamorado" de la belleza.

Gaudí no pertenece a un movimiento arquitectónico; único en su género, experimentó soluciones nuevas, nunca antes intentadas.

Más allá del esplendor, la originalidad y la belleza de las obras y proyectos de Gaudí, está la extraordinaria riqueza de su persona y de su fe. El fue un cristiano ejemplar y vivió la fe como fundamento de su vida y su trabajo. Incluso el principio que le guiaba en sus opciones artísticas derivaba de la fe.

Se consideraba un "imitador", no un creador de formas, porque el único creador es Dios. Gaudí, decía: "El hombre continúa la creación con su trabajo. Dios continua la creación a través del hombre".

Un encuentro providencial

Cuando el 3 de noviembre de 1883, su fe y su genio artístico se encontraron con la idea de otro "santo", también su vida y sus intereses cambiaron y poco a poco renunció a todo, fama y dinero, para dedicarse completamente al proyecto y la construcción del Templo expiatorio de la Sagrada Familia, poniéndose totalmente al servicio de un cliente "que no tiene prisa".

La idea era de José Manyanet, un sacerdote con una visión y con unos proyectos igualmente geniales, arriesgados y proféticos. Su sueño era construir una sociedad nueva a través de la familia y proponiendo a la Sagrada Familia como modelo: "Hacer del mundo una familia, de cada familia un Nazaret". Era todavía joven pero ya había decidido dedicar su vida a la realización de su sueño, hasta le punto de proponer la construcción de un símbolo visible de su proyecto.

El 24 de junio de 1869 manifestó su idea en una carta dirigida a D. José Caixal, su obispo de la diócesis de Urgell. Al final de la carta hay una apostilla, escrita por el mismo José Manyanet cuando la construcción del templo se había iniciado: "Nota. Este pensamiento lo comuniqué más tarde al Sr. D. Jose Bocabella (a) Viuda Pla, de Barcelona, quien lo inició en El Propagador de la Devoción a San José, dando todo esto pie al levantamiento del famoso templo de la Sagrada Familia".

Hubo un momento en que se intentó que fuese el propio Manyanet el que se hiciera cargo de la animación del templo, pero él estaba demasiado ocupado en la fundación de sus congregaciones religiosas y no le fue posible aceptar, pero en cualquier caso permaneció fiel a su compromiso de sostener, con la oración y la entrega de donativos, su idea.

El mismo Gaudí, más de una vez, en su sencillez y humildad, admitió sentirse apoyado por personas desconocidas: "Nadie puede gloriarse —dijo una vez— porque todo esto es don de Dios; a menudo Él se sirve de cualquiera... A veces creemos que nos toca a nosotros la gloria de aquello que es bueno y los meritos que cada uno de nosotros, con su talento, se ha ganado realizando algo importante; cuando en realidad, se debe a un alma desconocida que reza por el éxito de una persona más conocida".

Muchos patrocinadores se han ofrecido para acelerar los trabajos, pero no obstante las presiones tan atractivas, han sido rechazados. El Padre Manyanet y Gaudí quisieron que se edificase solo y exclusivamente con la caridad, las limosnas del pueblo. "En la Sagrada Familia —dice Gaudí— todo es fruto de la Providencia, incluso mi participación como arquitecto". Y para decirlo con pocas palabras, añadía: "Este templo lo acabará San José".

Cuando en 1915 los fondos para la construcción del templo escaseaban, se hizo él mismo pobre, llegando a pedir limosna entre la rica burguesía de Barcelona para continuar la obra. Florecieron así las anécdotas y leyendas acerca de un hombre que había renunciado al dinero y a la fama, por una empresa que muchos consideraban imposible.

Originalidad y simplicidad de la naturaleza y de Nazaret

José Manyanet y Antonio Gaudí estaban guiados, en sus proyectos, por la misma idea madre.

Gaudí creía que su responsabilidad era unir con un "hilo de oro" la creación de Dios, la naturaleza con la arquitectura. Buscaba las soluciones en la naturaleza y las transfería a la arquitectura. Decía: "Mi maestro es el árbol del jardín que está frente a mi ventana".

Estaba convencido de que "la originalidad consiste en la vuelta a los orígenes; original es, por lo tanto, aquello que con medios nuevos permite volver a la simplicidad de las soluciones primeras".

Manyanet decía:

"Volvamos a la simplicidad de Nazaret donde todo tuvo su inicio. Vayamos cada día a Nazaret, porque ellos, Jesús, María y José, son nuestros maestros; tomemos de ellos los secretos para la reconstrucción de la familia, de la Iglesia y de una nueva sociedad, con medios y mentalidad nueva. Atemos con un 'hilo de oro' la experiencia de aquella extraordinaria Familia a la vida de las familias de hoy, para transmitir las bases sólidas que crean relaciones sanas y educativas".

Ambos estaban fascinados por el misterio de la Encarnación. Gaudí, al inicio del siglo XX, trabajaba en la edificación de la fachada del Nacimiento, la única de las tres que ha sido construida bajo su dirección. Quiso comenzar con la fachada dedicada a la Encarnación, "porque los misterios de la infancia de Jesús son aquellos que hablan más directamente al corazón del pueblo".

También José Manyanet estaba convencido de que el camino más cercano al corazón de la gente, para la edificación de las buenas familias, debe partir de nuevo desde Nazaret.

Gaudí, según el decir de aquellos que le conocieron, era un "santo" muy humilde, muy religioso. Mientras construía la Sagrada Familia, la Sagrada Familia, le construía a él espiritualmente.

"Ve, repara mi casa"

Manyanet se identifica con el discípulo que cada día aprende algo nuevo del misterio de Nazaret. También para él se trata de acercase a Nazaret para dejarse transformar por la Sagrada Familia.

Ambos, como Francisco de Asís, amantes de la sencillez, poseían un espíritu extraordinario de pobreza y también a ellos el Señor les dice: "Ve, repara mi casa".

Gaudí responde a este mandato construyendo un templo con piedras que hablan: "Uno ve las piedras de la Sagrada Familia y es evangelio puro. La Sagrada Familia es un libro para todo el mundo, para quien tiene fe y para quien sabe leer con el corazón y con la mente".

Por esto la arquitectura de Gaudí la comprenden mejor los niños que los arquitectos, porque los niños no tienen prejuicios, conservan todavía la inocencia. Ven una cosa que es agradable porque se asemeja a la naturaleza, y la naturaleza es placentera.

El cardenal Pietro Palazzini, prefecto de la congregación para las Causas de los Santos cuando José Manyanet fue proclamado beato, tuvo la responsabilidad de examinar los documentos y los testimonios referidos a su persona y a su obra. De todo esto se formó una opinión personal: "Por los estudios hechos sobre Manyanet y por los escritos de los testimonios, yo le considero como un nuevo san Francisco de Asís, a quien un día Jesús dijo: 'Ve, repara mi casa".

La casa para reparar de la cual había sido encargado era la familia, entonces muy amenazada en España y en algunos lugares de Europa. Y esto porque, como dice san Pablo, el carisma de los fundadores no les es concedido a título personal, sino "en vista del bien común" (1 Cor 2,11).

Si cada fundador tiene una misión, el cielo encomendó a Manyanet el cuidado de la iglesia doméstica, la familia, y ella fue el objeto primordial de sus preocupaciones pastorales.

Dos iniciativas con futuro

Les une también una última coincidencia no menos importante. Manyanet a los 31 años renunció a una carrera eclesiástica brillante para dedicarse al carisma que el cielo le confiaba y que le ocasionó tantas lágrimas y sudores.

Gaudí a los 31 años, ya un artista con futuro, recibió el encargo de construir el templo de la Sagrada Familia. Trabajó en él durante 43 años. A partir de 1910 renunció a cualquier otro encargo, para dedicarse exclusivamente al templo.

En el último año de su vida eligió vivir en el templo, como hacían los antiguos artistas y artesanos. El sabía que no podía unir su nombre a la obra acabada: "No quisiera yo terminar los trabajos, porque no sería conveniente. Es necesario conservar siempre el espíritu del monumento, pero su vida debe depender de las generaciones que se lo transmitan y con las cuales la Iglesia vive y se encarna".

Gaudí fue sepultado en la cripta, pero su genio de "artista total" está tan vivo y presente que visitando su obra de arte, en construcción, parece que uno se encuentra en una cantera de las catedrales de la Edad Media. El espíritu y el fervor de las obras es aquél..., solo que los andamios y las estructuras precarias de antes han sido sustituidos por grúas imponentes, ascensores, técnicas de trabajo vanguardistas, arquitectos, ingenieros, y trabajadores con cascos brillantes. Pero algunos jarrones de flores, bien cuidados, cercanos a los talleres de los trabajadores del templo, nos remiten a la idea de la belleza de la naturaleza, de la cual han sido "robadas" las figuras arquitectónicas más audaces del templo.

SAN JOSÉ MANYANET Y EL TEMPLO DE LA SAGRADA FAMILIA

Gaudí, Manyanet y la Sagrada Familia, por Olegario Gonzalez de Cardedal

SAN JOSE MANYANET














ANTONIO GAUDI














Hay nombres que fijan un siglo y fechas que sellan una geografía. La historia de España en el siglo XIX pasa primordialmente por Cataluña, que en una explosión de cultura e industria, despertar literario y religioso, determina gran parte de los fenómenos políticos y sociales del siglo siguiente. La revolución industrial, la Semana Trágica, los movimientos regionalistas, la renaixença y el modernismo son fenómenos que trascienden la geología catalana para convertirse en palancas de la entera historia de España.

La historia de Cataluña en ese tramo del tiempo es también fruto de un renacimiento espiritual con una pléyade de santos. Ninguna otra región hispánica ha dado tantos fundadores, escritores y santos, hombres y mujeres, en tan corto espacio.

Gaudí se sitúa en el epicentro de esa constelación de creadores que desde el arraigo en la naturaleza, la cultura y la fe van a trasformar el panorama espiritual. Como todo fenómeno creativo, es ininteligible sin la inserción en su medio de nacimiento y, sin embargo, los desborda. Si yo tuviera que elegir tres palabras para caracterizarle diría que fue un genio, un santo y un pobre. Venía de la tierra y del contacto con la naturaleza. Eso le dejó en sus venas el sentido del trabajo a la vez que el empeño por la obra bien hecha.

"Tengo el don de la percepción espacial porque soy hijo, nieto y biznieto de forjadores de cobre; mi abuelo, también. Por parte de mi madre en la familia también había herreros; su abuelo era tonelero, mi abuelo materno era pescador".

Si la partida de bautismo afirmaba que había nacido en San Pedro de Reus, él, ya arquitecto, dejó la duda de si su lugar de nacimiento realmente no fue el taller de calderero que su padre tenía en una masía de Riudoms, pueblo cercano a la capital de Baix Camp. A quienes hemos nacido al calor del fuego en un escaño de aldea, tal afirmación no nos sorprende.

Si eso le aportó su contacto inmediato con la naturaleza, el contacto con la cultura le permitió trascender, purificar y universalizar esas raíces. No fue sólo el magisterio de la Escuela de Arquitectura, sino también y sobre todo las amistades que cultivó. El fondo cultural representado por J. Verdager y por J. Maragall en una línea y en otra representado por don Enrique de Ossó; el doctor Torras y Bages; el padre Casanova, SJ; los obispos Grau, de Astorga, y Campins, de Mallorca, y los monjes de Montserrat, nos dan el subsuelo a la vez cultural y religioso en el que crece el arquitecto revolucionario del paisaje urbano de Barcelona.

Junto a influencias identificables está ese enigma de cada vida personal y, en nuestro caso, la vida ante Dios de este hombre. Un camino de fe, discernido y consentido, llegando a una actitud de entrega a la obra bien hecha que, recibiéndola como encargo, se le convierte en la divina misión de su vida: el templo de La Sagrada Familia.

El milagro es resultado de una rigurosa formación profesional y de un duro trabajo diario, a la vez que de una intensa vida espiritual, tejida de oración ante el Santísimo, de comunión diaria, de formación teológica y litúrgica, que va desde seguir los cursos de canto gregoriano dados por el padre Suñol en Montserrat hasta la lectura diaria de El año litúrgico, del abad de Solesmes Dom Gueranger. En 1911, la lectura en Puigcerdà de San Juan de la Cruz le inspira la fachada de la Pasión. ¿Qué tendrá la lectura del santo de Fontiveros, que en el siglo XX ha inspirado la poesía inglesa con los Cuatro cuartetos, de Eliot; la metafísica de la Sorbona, con sus grandes maestros girando en torno él (Bergson, Blondel, Delacroix, Baruzi, Maritain); la fenomenología alemana con E. Stein; la política de la nueva Europa en R. Schumann, y la arquitectura revolucionaria de Gaudí?

"A la gloria de Dios se alzan las torres", escribía Unamuno, mientras visitaba a J. Maragall en Barcelona. A esa gloria de Dios y para gozo de los hombres se entregó Gaudí sosteniendo sobre sus espaldas la obra ingente. Fue el centro y final de su vida. "Muerto también el amigo Maragall (1911) y, poco después, el querido mecenas conde de Güell (1918) y el dilecto Torras y Bages, me sumergí en la más completa soledad. Mis grandes amigos están muertos; no tengo familia, ni clientes, ni fortuna, ni nada. Así, pues, puedo entregarme totalmente al templo". En él vivía físicamente. De la cripta en oración al trabajo de las bóvedas pasaba sus días en intensidad de acción y de fe, entregado a la misión. Murió atropellado por un tranvía, pobre, casi irreconocible. Al apagarse su luz, los barceloneses se percataron de que habían convivido con un santo, y no sólo con un genio.

Gaudí construyó La Sagrada Familia. Pero, ¿quién dio la idea? ¿De dónde nacieron la ilusión, los impulsos y los arriesgos que la hicieron posible entonces y la siguen haciendo hasta hoy? El 24 de junio de 1869, un joven sacerdote de 36 años, José Manyanet y Vives, escribía al obispo de Seo de Urgel, José Caixal, proponiéndole la idea de levantar un templo a La Sagrada Familia. Esa semilla necesitó decenios para fructificar y fueron luego otros grupos, movimientos y personas quienes con él la sostuvieron hasta el final; pero sin la inspiración y empuje de José Manyanet no existiría.

El 16 de mayo es canonizado por Juan Pablo II, y con ello la Iglesia reconoce el valor de su iniciativa, la santidad de su vida, la ejemplaridad de su ministerio sacerdotal y la fecundidad de su paternidad. Fundó dos congregaciones, una masculina (Hijos de la Sagrada Familia) y otra femenina (Misioneras de la Sagrada Familia) extendidos por Europa, África y América, con casas en los márgenes de las grandes ciudades y en el corazón de ellas: Barcelona, Madrid, Alcobendas, Camerún, Venezuela, Ecuador, México, Italia, Argentina, Italia, Brasil.

Si templo e instituciones de personas no son pura arqueología, ni cultura agotada, ¿cuál es su significación permanente? Gaudí y Manyanet, estos hombres y mujeres presentes en tantos rincones del mundo, se percataron de que en la vida humana hay realidades nutricias de su dignidad y de su futuro, realidades que Dios ha creado y que él mismo, encarnado, ha experimentado. La primera entre ellas es la familia. Sólo podemos hablar de La Sagrada Familia si a la vez hablamos de cómo es sagrada la familia. Ella es la raíz personal y amorosa de la existencia humana, sin la cual el hombre ni llega a ser ni crece con aquel arraigo, libertad y aposentamiento gozoso que necesitamos para acoger la vida no como un destino ciego y violento, sino como un bello quehacer y una sagrada misión.

En los últimos decenios hemos asistido a una revolución, acoso de la estructura y derribo de los dinamismos de la familia. Como la escuela, la Iglesia y la Universidad, ella forjó sus dimensiones en la cultura rural, preindustrial, local. Hoy éstas han desaparecido y no hemos ido construyendo lentamente las respuestas institucionales, las soluciones legales y morales, que permitan a la familia nueva adaptarse, afirmarse y consolidarse. La familia tiene unos problemas y tareas que son eternos: suscitar la vida, afirmar la libertad recíproca, acrecer el amor, mantener la fidelidad entre los tres lados de ese triángulo constituido por: esposa-madre, esposo-padre e hijos-hermanos. Eso siempre fue una necesidad y a la vez un milagro. Los problemas nuevos derivan de grandes conquistas: la mayoría de edad cultural, la formación profesional y la independencia económica de la mujer, la necesaria igualdad de derechos en la diversidad de funciones, el acceso de todos los hijos a la escuela y a la Universidad, sin que se hayan actualizado la legislación, y sobre todo la resituación del esposo y de la esposa respecto de la responsabilidad en el hogar y para con los hijos. A ello se añaden los problemas de vivienda, desarraigo de la ciudad, pérdida de los contextos conocidos y de las instituciones sustentadoras.

¿Qué amenazas pesan sobre la familia? Su depreciación social y su trivialización como si fuera una estructura arbitraria y convencional, disoluble a gusto. Pesa sobre todo el rechazo de la vida, ya que cuando ésta se vivía como don de Dios con la misión de trasmitirla, entonces los hijos eran motivo de profunda alegría y responsabilidad. La vida se recibía con gozo y con gozo se trasmitía. Perdida la fe en Dios, y comprendida la vida como mera posesión propia, ni recibida de nadie ni debida a nadie, la sociedad y la vida pierden su primer fundamento, reducidas a una suma de individuos absolutizados y desentendidos de aquéllas. Pesa sobre todo la pérdida del sentido de fraternidad. ¿Cómo sentir lo que es ser hermano si no se tienen? Quienes somos hijos únicos sabemos lo que es esa herida, abierta en los costados interiores por nada cerrable. A la familia la amenazan la invasión de lo público en lo privado, de lo oficial en lo personal, y la irrupción anónima, despersonalizada y no responsable en el hogar, con mensajes, propuestas y apelaciones que dejan fuera de sí a los miembros de la propia familia, remitiéndolos a la comunicación con los otros más que entre sí, si no permanecen vigilantes y libres.

En 1935 escribió M. García Morente su clásico Ensayo sobre la vida privada. Pasar de lo individual egoísta a lo social responsable es un deber sagrado, pero vaciar la vida personal en la pública es quedarse sin resortes propios, sin dignidad y libertad, a merced de los ladrones y de los verdugos. La invasión de la vida personal por lo público es la amenaza más grave que hoy vivimos, y de la que apenas se aperciben las masas, por su carencia de formación cultural y de coraje moral. Más aún, consideran que esa presencia de lo público y su participación en ello es su liberación. Finalmente amenazan a la familia la desatención social y la utilización política.

Un ejemplo en la historia debe darnos que pensar. ¿Por qué ha perdurado el pueblo judío con tal dignidad y fecundidad cultural pese a tanto dolor y genocidio? Hay una respuesta teológica: porque, siendo creyente, está llamado a ser el signo público, no borrable por los hombres, de la existencia y unicidad de Dios creador, iluminador y santificador del hombre, frente a los ídolos y tiranos que se divinizan a sí mismos. Pero hay otra respuesta a ras de tierra y de tejados. Perdura porque en él han sido sagradas estas realidades: familia y madre, casa y libro, memoria e identidad. Sin familia no hay arraigo en la existencia; sin el amor que ella ofrece la libertad es mera soledad desesperanzadora; sin el cobijo y propulsión que ella emite no hay implantación gozosa ni germinación creadora en el mundo. Antes de asustarse por las crisis familiares y desmanes matrimoniales hay que preguntarse por sus causas y sobre todo sostener y mantener el fundamento de una real familia, de una familia así sagrada, por amplia, abierta y solidaria.

Olegario González de Cardedal es catedrático de la Facultad de Teología en Salamanca y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Motivación frente a castigo, por Sergio Cimignoli, S.F.

José Manyanet está convencido de que es siempre mejor recurrir a una santa y noble motivación que castigar: "Nuestro método de educar y de enseñar se debe distinguir justo por esto: saber entretener y animar a los niños sin castigarlos o castigándolos poco... Cuando mejor es la educación, menos tiene necesidad de castigar; cuanto menos frecuentes son los castigos, tanto son más eficaces".

Si el castigo fuera necesario, sea dirigido a corregir los comportamientos equivocados y no a humillar a la persona: "Cuando hay que reprender a alguien es necesario huir de las palabras humillantes y mordaces, evitando cualquier tipo de exageración".

Pero cuando el castigo llega a estar justificado, es necesario tener el coraje de castigar: "Un castigo justo no es odio, sino un acto de verdadero amor.

Es mejor castigar que permitir la perdición temporal y eterna de uno mismo. Demasiada compasión es debilidad y la debilidad es altamente perjudicial para los niños...

Es mejor castigar cuando los niños son muy pequeños, después la edad, si se está atento, perfecciona las cosas por sí mismas".

El educador "no se tiene que mostrar nunca enfadado, irritado, colérico o amigo de los castigos...

Nunca castigos con rigor y mucho menos con golpes.

La penitencia ha de servir de estímulo y no para mortificar...

Para que el castigo sea eficaz es necesario darle el justo valor: ha de ser un castigo equilibrado y proporcionado...

A los castigos dados con demasiada frecuencia y de un modo indiscriminado, los niños se acostumbrarán y estos perderán eficacia".

Pedagogía familiar, Sergio Cimignoli, S.F.

La pedagogía de José Manyanet tiene un nombre significativo: pedagogía familiar. No solo porque en sus escuelas se respira un clima de acogida familiar, sino porque implica, en la realización de su proyecto a una gran familia, toda la familia.

Los padres, primeros y principales educadores

Implica a las familias, porque son el ámbito natural del crecimiento y la educación de los hijos:

"La naturaleza misma indica que los primeros y principales educadores de los pequeños deben ser los padres. Los hijos tienen tendencia a imitarles incluso en las imperfecciones. De esto se deduce el cuidado atento y la solicitud continua que deben tener los padres por una buena y cristiana educación de los hijos".

Los padres sigan y dirijan a los hijos sin renunciar nunca a su deber de autoridad que anima a esforzarse y a vencer la pereza, sabe ir contra corriente y, cuando es necesario, corrige:

"Es importante que los hijos vean en nosotros decisión y convicción en la transmisión de los valores en los que creemos. Los padres no se desanimen frente a las dificultades de un hijo que no quiere aceptar los consejos y avisos. Tengan confianza en Dios y confíen que el tarde o temprano hará fructuosos sus esfuerzos".

José Manyanet sabe que las madres tienen un papel decisivo en la educación:

"Madres educad a vuestros hijos. Este alimento espiritual es tan importante para vosotras y para vuestros hijos como el físico. ¡Oh madres! Educad vosotras mismas a vuestros hijos, durante el mayor tiempo posible".

Aquello que se recibe en la infancia, cuando no se tiene pleno conocimiento con la mente pero el corazón ya es capaz de asimilar, incide de un modo significativo en toda la vida, por ello los padres, "deberían comenzar la enseñanza justo cuando los niños aprenden a repetir las primeras palabras, sobre todo las madres mientras les visten y desnudan. Es entonces cuando se incide más en sus tiernas mentes y en sus cándidos corazones las cosas que se les dicen y enseñan. No solo, sino que permanecerá en ellos la persuasión de la bondad y necesidad de aquellas cosas relacionándolas con el hecho de que quien se las comunicaba en aquel momento les amaba mucho y les acariciaba".

Los padres no pueden delegar enteramente la educación a la escuela. No es suficiente enviar a los hijos a la escuela:

"Después de los padres, vienen en este campo los sacerdotes y los maestros. Nótese que decimos 'después de los padres', para que estos comprendan que no están dispensados de sus obligaciones por el simple hecho de enviar a sus hijos al catecismo parroquial o a la escuela, sino que, además de la enseñanza impartida en casa por ellos, deben reconocer con solicitud sincera, si realmente asisten a la explicación hecha por el sacerdote, su frecuentan puntual y constantemente la escuela".

José Manyanet subraya a menudo que su obra nace como una ayuda para la familia, no para sustituirla. Ya en sus apuntes, que explican los objetivos del primer colegio abierto en Barcelona, escribe:

"Una instrucción sólidamente religiosa y una educación paternal, fina y esmerada, acompañada de una vigilancia nunca interrumpida, sin las más firmes garantías que podemos ofrecer a los padres que deseen educar a sus hijos según los principios de la fe y de la moral católicas".

Por lo tanto, los primeros educadores de los hijos son los padres, por eso las escuelas fundadas por José Manyanet prevén la escuela de padres, para que ellos, siendo buenos esposos, puedan cumplir de la mejor manera sus responsabilidad educativa.

Implica a la Sagrada Familia

Ella es el modelo para imitar. Nazaret es la escuela predilecta de José Manyanet y querría que fuese una escuela para todos.

La Sagrada Familia es la fuente de su inspiración. Contemplando la casa de Nazaret donde Jesús crece en sabiduría, edad y gracia, acompañado por María y José, Manyanet encuentra la clave para toda educación plenamente humana: el amor incondicional y total por los niños y los jóvenes.

Sus escuelas deberán inspirarse y serán un compendio de Nazaret: familia, donde se modela a la persona en todas sus dimensiones; taller, donde se trabaja y se crea; escuela, donde se ofrece a los niños una síntesis de fe, cultura y vida.

Implica a la familia de los hijos de Dios: 
la Iglesia, familia de familias

Josep Manyanet amó a la Iglesia y buscó entusiasmar a los jóvenes para que vivieran felices su pertenencia a esta gran familia.

Implica a la familia de Dios: 
la Trinidad, de la cual proviene la idea de familia

Dios es el eterno educador del hombre. "Nosotros como educadores somos colaboradores de Dios". Él ha puesto en el hombre una profunda nostalgia de Sí, por lo que el corazón del hombre está inquieto hasta que no se llene de la presencia de Dios. Esta intuición de san Agustín, Manyanet la explica con una imagen original:

"Dios quiere principalmente el corazón del hombre al que creó para que lo amara, y en este amor no admite ninguna competencia. Como la aguja magnetizada de la brújula tiembla y no se para hasta que no encuentra el norte, que es su centro, así el corazón del hombre vive inquieto y agitado mientras va a la búsqueda de otras cosas fuera de Dios, que debe ser siempre y en todo su último fin".

Cuando Dios está en el centro del corazón del hombre, él es capaz de cultivar la buenas relaciones con los otros.

Dios ha puesto en el ánimo del hombre y en su mente una profunda sed de verdad y una llamada fuerte al conocimiento, pero "considérese que las ciencias no pueden encontrar la unidad sino en el seno de una idea superior, la idea de Dios. La ciencia de Dios es la idea madre que dirige, coordina y vivifica todas las otras".

Cualidades del buen educador, por Sergio Cimignoli, S.F.

José Manyanet cree que la responsabilidad de dedicarse a algo tan grande y decisivo para la vida de los niños debe estar acompañada, además de las motivaciones superiores, de capacidades humanas importantes. Antes que nada, el educador ha de ser una persona equilibrada, constante y de gran firmeza.

Ha de estar dotado de buen humor:

"No tendrán nunca la cara triste y melancólica, casi aburrida y fastidiada por la enseñanza; al contrario, sean alegres y manifiestense satisfechos e interesados por el bien y el provecho de los alumnos. Ejercitando su actividad tengan un buen aspecto, agradable, alegre y lleno de caridad".

Sean capaces de escuchar y respetar a los niños:

"Si se quiere tener el respeto de los alumnos y enseñarles con el buen ejemplo, es necesario respetarles y evitar preferencias...

Es necesario escuchar siempre con calma sus razones y no imponer por la fuerza y siempre las propias".

Con los niños y los jóvenes se necesita una gran paciencia. José Manyanet habla de una paciencia heroica:

"Es muy difícil, si no imposible, llenar debidamente el ministerio de la educación sin la virtud de la paciencia. En efecto, de gran caudal de paciencia debe estar provisto el maestro para no alterarse y soportar tantas ligerezas, necedades y aun malicias de los jóvenes alumnos...

Educar a los otros tiene más merito que el martirio. Cuantos actos de paciencia, de dulzura y de caridad son necesarios hacer durante los largos horarios y a lo largo de tantos días, que se suceden, dedicados enteramente a este ministerio".

Existe ademas una cualidad que las resume todas: la bondad. Si debemos sembrar el bien en el corazón de los niños y los jóvenes, "el medio mas apto que comprende todos los demás, es la bondad. Si todo nuestro esfuerzo sale del corazón, va directamente a su corazón y así serán conquistados inmediatamente y entonces todo es posible, a favor del bien sobre el mal".

Un aire familiar de sencillez


CASAL MANYANET DE TREMP

La santidad de José Manyanet, inspirada en la vida y santidad de la Sagrada Familia de Nazaret, Jesús, María y José, tiene un aire familiar de sencillez que lo hace posible a todos los cristianos y cristianas (...)

José Manyanet no hizo cosas extraordinarias, sencillamente siguió su camino cristiano y de servicio a la familia—tal era su vocación y misión— con amor, con alegría, con coraje, fidelidad y sentido sobrenatural (...)

Por todo ello el Papa ha reconocido oficialmente que fue suscitado por el Espíritu para ser verdadero apóstol de la familia, inspirándose en la escuela de Nazaret. Recorrió el camino de la santidad, siguiendo el modelo del Hogar de Nazaret y fue un instrumento válido para promover el bien de la familia mediante la educación de la niñez y juventud.

El secreto está en haber fijado su corazón en la Sagrada Familia y haber tomado el Evangelio de la familia como el motor de su caridad pastoral, inspirando también en ella su pedagogía.

Fuente: José Manyanet Santo. Memoria de la Canonización. Barcelona 2006.

El testimonio de su santidad

La fama de santidad que le distinguió en vida, se extendió por muchas partes. Por lo que, introducida la Causa de Canonización en 1956, reconocida la heroicidad de sus virtudes en 1982 y aprobado un milagro debido a su intercesión, fue declarado Beato por Juan Pablo II en 1984.

Veinte años más tarde, reconocido un nuevo milagro obrado por su intercesión, Juan Pablo II lo inscribió en el albo de los santos el día 16 de mayo de 2004.

La santidad de José Manyanet, como afirmó Juan Pablo II, tiene su origen en la Sagrada Familia. Fue llamado por Dios "para que en su nombre sean bendecidas todas las familias del mundo".

El Espíritu forjó su personalidad para que anunciara con valentía el "Evangelio de la familia". Su gran aspiración era que "todas las familias imiten y bendigan a la Sagrada Familia de Nazaret"; por ello, quiso hacer un Nazaret en cada hogar, una "Santa Familia" de cada familia.

La canonización del Beato José Manyanet ha sancionado no solo la santidad, sino también la actualidad de su mensaje nazareno familiar. Es, por eso, el profeta de la familia, el protector de las familias.

Fuente: José Manyanet Santo, Memoria de la Canonización, Barcelona 2006.

La familia debe sentirse llamada al apostolado, Card. Antonio M. Javierre.

"La familia cristiana, según la enseñanza constante de Manyanet, debe sentirse llamada al apostolado. Repugna la cerrazón en el gozo egoístico de los dones recibidos. Es necesario hacer partícipes con generosidad a las familias hermanas. Él (Padre Manyanet) no ahorró esfuerzos para promover la apertura apostólica, tanto de los bautizados como de las nuevas familias, susceptibles de ser células dinámicas portadoras de nuevas y saludables energías vitales a la sociedad y a la Iglesia. Para ello propuso imitar a la Sagrada Familia de Nazaret con su vida tan discreta como fecunda. El ideal nazareno alcanzó el vértice en las familias religiosas por él fundadas para que fuesen signo viviente de la Sagrada Familia.

De las dos dimensiones del apostolado —predicación del mensaje evangélico y testimonio personal del mensajero— ésta última es, sin duda, la más actual dada la preferencia hoy concedida a los testigos por encima de la reservada a los maestros. Y ha llegado a ser la más eficaz por el hecho que la amabilidad de la vida hecha palabra empuja a la emulación y porque confirma que sólo el amor es creíble.

Texto extraído de la homilía del cardenal Antonio M. Javierre durante el triduo de preparación a la canonización de José Manyanet (2004).

Fuente: José Manyanet Santo. Memoria de la canonización. Barcelona 2006.


La familia, el objeto de su misión, por Sergio Cimignoli, S.F.

Si el amor no es dado se estanca, si se da con generosidad fluye como agua limpia dando frescor y produciendo abundantes frutos de vida.

José Manyanet no vivió su amor a la Sagrada Familia como una experiencia exclusiva de su intimidad sino que la volcó a todas las familias. Él entendió, desde su experiencia personal, que solo la familia puede satisfacer las experiencias más profundas de cualquier ser humano: nacer y crecer en un ambiente en que se es amado y reconocido; en el que se vence la soledad y se experimenta la pertenencia, viviendo con compromiso la relación con Dios y con los otros.

Confirmó que la familia no es una invención humana sino divina y que el rechazo de la misma daña al propio hombre. Este rechazo es el origen de la "multitud de males que afligen a la sociedad".

La familia es un bien social, punto de unión entre el individuo y la sociedad, patrimonio de toda la humanidad.

La familia, objetivo de su misión

Su carisma, la finalidad de su obra, es la formación de familias cristianas y el medio privilegiado es la educación e instrucción de los niños y los jóvenes:

"La educación e instrucción sólidamente católica de toda la juventud puesta en manos de sacerdotes y estos religiosos ad hoc llamados por Dios, es, a mi pobre entender, el medio más apto, más sencillo y práctico para reformar la familia y con ella la sociedad".

Escribía:

"Quisiera el cielo que muchos padres entendieran la grandeza de su ministerio y el poderoso influjo que tienen sobre el futuro de la sociedad... Si sus decisiones no siguieran la moda, dejándose fascinar por falsas pretensiones de grandeza o de carrera para sus hijos, sino que comprendieran la sublime misión que tienen encomendada de hacer presente la paternidad de Dios en medio de los hombres, entonces su casa llegaría a ser verdaderamente una morada de paz y bendición".

Así la familia se convierte en un lugar en el que se pregustan las realidades del cielo. En el cuidado atento de las relaciones y en el respeto recíproco se pueden crear los presupuestos para afirmar que se toca el cielo con el dedo. Según Josep Manyanet, en esto es determinante el rol de la mujer:

"Si ella une a todas sus cualidades, un rostro sonriente capaz de apaciguar la rabia; maneras tranquilizadoras que inviten a la paz y a una actitud de ternura y acogedora para el marido, para los hijos y para aquellos a quienes puede ser útil, ella pone las condiciones para crear un ambiente feliz en la tierra que llega a ser anuncio de felicidad y de gloria eterna en el cielo".

La familia en el pensamiento de José Manyanet, por Josep Roca, S.F.

En la lectura atenta del evangelio, sobre todo contemplando los años de vida familiar de Jesús, María y José, José Manyanet encontró la perla preciosa de su vida.

En Nazaret descubrió el hogar de la santa familia, el templo donde habitaba el Hijo de Dios entre nosotros y la escuela del Evangelio. En su visita espiritual a Nazaret profundizaba en el misterio del amor de Dios que se revela en la sencillez de la vida cotidiana.

De esta contemplación, que recomendó a sus hijos e hijas espirituales, manaba una fuente de agua clara que saciaba la sed de su corazón y lo movía a encarnar este misterio en su vida y en su apostolado.

De sus escritos, sobre todo de las obras principales:

La Escuela de Nazaret y Casa de la Sagrada Familia (1895),
El Espíritu de la Sagrada Familia (1897),
Preciosa Joya de Familia (1899),

y de su abundante correspondencia se puede extraer como un cuerpo doctrinal, que podríamos resumir en esta especie de decálogo:

1. La familia proviene de Dios
Dios, que en su interior conforma entre las personas divinas la familia trinitaria, en el principio creó hombre y mujer a su imagen y semejanza y los llamó a formar familia.

2. El matrimonio tiene un carácter sagrado
El matrimonio es el origen de la familia. Cristo dice que así lo estableció Dios desde el principio. No es, por tanto, un simple invento de los hombres. Por esto es necesario prepararse bien para recibirlo y defender su dignidad.

3. El matrimonio cristiano es un sacramento
Cristo elevó la unión del hombre y la mujer a la dignidad de sacramento, es decir, de signo de la vida de Cristo en unión con su cuerpo que es la Iglesia.

Dios celebra las bodas de la humanidad a través de la encarnación que se sella en la cruz, en la que nace la nueva humanidad del costado de Cristo. El matrimonio expresa de una forma sacramental este misterio: "Este misterio es grande: yo entiendo que se refiere a Cristo y a la Iglesia" (Ef 5,32).

4. El fruto más valioso del matrimonio son los hijos
La vida viene de Dios pero se transmite de generación en generación con la colaboración de los padres. Los hijos son el mejor regalo que Dios puede hacerles y tienen que acogerlos con alegría, por encima de cualquier otro motivo o interés. Su primera responsabilidad es educarlos y acompañarlos hacia la plenitud humana.

5. El matrimonio tiene sus reglas de juego y sus deberes
Los esposos deben aceptarse con júbilo, respetarse, dialogar, tener confianza mutua. Deben complacerse y compartir las alegrías y las tristezas.

6. El amor es el gran valor que da calidad a la vida matrimonial y familiar
El amor viene de Dios y la familia es una depositaria calificada de ese amor. Tiene que recibirlo y cultivarlo con cuidado. El amor tiene que ser de palabra y de corazón, pero sobre todo, de obra.

7. Las manifestaciones del amor
Las manifestaciones del amor son la aceptación mutua y, en consecuencia, la paz y la concordia familiar
La paz y la armonía de los padres entre ellos y con los hijos es fundamental y la condición para la felicidad familiar y para la edificación de la sociedad.

8. En la familia los padres son como sacerdotes
La paternidad es como un sacerdocio; y así como es propio del sacerdote exhortar, predicar y orar, igualmente los padres de familia, en su casa, tienen que ser celosos, vigilantes y constantes, aunque prudentes predicadores, con la palabra y el buen ejemplo.

9. La familia es la célula primera de la sociedad
La buena salud de la familia repercute directamente en la buena armonía y funcionamiento de la sociedad. En cambio, de una familia enferma, del desorden y de los antagonismos familiares provienen individuos débiles y conflictivos que exigen costosos recursos de rehabilitación.

10. El icono de la Sagrada Familia, Trinidad de la tierra, es una imagen de la familia querida por Dios
La contemplación de la familia de Nazaret nos introduce en el misterio de la vida trinitaria. Los padres y los hijos encuentran en ella el modelo de su vida familiar y una ayuda permanente para conseguirlo.

Fuente: San José Mañanet, profeta de la familia, por Josep Roca, S.F. (2007).

Familias como iglesias domésticas, por Josep Roca, S.F.

El objetivo apostólico de José Manyanet y de sus institutos es configurar las familias según el modelo de Nazaret "que el Padre Eterno, por su bondad infinita, se dignó presentar a los hombres como el modelo más perfecto para todos los estados, edades y condiciones".

Esto significa ayudar a las familias a ser verdadera "iglesias domésticas". Los padres de familia, dentro del hogar, son como los sacerdotes y tienen que exhortar a todos los miembros, predicar y dirigir la oración familiar.

"La paternidad —comenta— es como un sacerdocio". El papa Pío IX, al proclamar a san José protector de la Iglesia, lo hacía porque era el custodio y padre de la familia de Nazaret. Juan Pablo II ha reconocido en la Sagrada Familia la originaria "iglesia doméstica".

Si la casa de Nazaret fue la cuna de la Iglesia, cada familia puede llegar a ser un verdadero santuario del amor y de la vida, imitando el ejemplo de Jesús, el hermano primogénito que vivió obediente a sus padres y nos amó "hasta el extremo", de María, la madre de la Iglesia, la nueva familia de los hijos de Dios, y de José, el esposo de María y protector de los dos seres más amados del Padre del cielo.

Fuente: San José Manyanet, profeta de la familia, por Josep Roca, S.F. (2007).

La espiritualidad mariana de san José Manyanet

Un rasgo significativo del padre Manyanet es su ferviente devoción a María. El amor a María arraigó en su corazón desde niño y es una de las presencias características de su devoción.

Ya mayor, recordará siempre la imagen de la Inmaculada guardada en su casa, bajo la campana de cristal, delante de la cual innumerables veces se había arrodillado con su madre de la tierra para implorar la protección de su Madre del cielo. Esta imagen es símbolo de la protección de la Madre sobre la vida y las obras de Manyanet, marcadas por su presencia maternal.

Con toda razón se puede afirmar que el amor a la Virgen, especialmente después de haber sido consagrado por su madre a la Virgen de Valldeflors, fue el amor fiel de su vida.

Incluso puede realizarse un significativo elenco de las advocaciones o imágenes marianas que veneró a lo largo de su vida: la Inmaculada de su casa; la Virgen de Valldeflors, de sus plegarias diarias en la colegiata de Tremp —imagen que lleva a Jesús en sus brazos—; la Dolorosa de las Escuelas Pías de Barbastro, en cuya fiesta celebró la primera misa; la Asunción del seminario de Lleida; la Inmaculada de la Seu d’Urgell; la Virgen de Montserrat, a cuyos pies puso sus obras; la Merced de Barcelona, Lourdes, Zaragoza, Tauste, Loreto, etc., son otras tantas imágenes y santuarios que evocan su amor a la Virgen María.

Las fechas más importantes de su vida y de la historia de los institutos coinciden con fechas marianas, como la Purificación (hoy Presentación de Jesús en el templo), la Asunción, la Inmaculada Concepción, la Virgen de los Dolores, de la Esperanza, etc. Además, varias de sus obras las intituló a la Virgen María.

El padre Oromí recuerda en su biografía que uno de los lemas favoritos y frecuentemente repetidos con fervoroso convencimiento por Manyanet era De Maria nunquam satis ("Por más que se glorifique a María, siempre nos quedaremos cortos"). Y aquel otro que informaba todas sus obras y trabajos: Omnia per Ipsam, et cum Ipsa et in Ipsa ("Todo por Ella, con ella y en Ella").

A la Virgen María dedicó también parte de sus escritos y varios de sus sermones. Merecen especial mención la Novena a la Virgen de Valldeflors y la Corona de alabanzas a la Virgen, que era una de sus prácticas diarias de devoción mariana.

En el prólogo de la Novena esplica los motivos que le han impulsado a escribirla, que son: meditar los misterios de la Madre de Dios, publicar sus glorias, cantar sus alabanzas y también imitar sus virtudes. El padre Manyanet agradeció así a la patrona de Tremp "los muchos y muy particulares beneficios que tenía recibidos de ella desde su infancia".

Fuente: José Manyanet. Profeta de la Familia. J.M. Blanquet - J. Piquer.

La devoción a la Sagrada Familia, por José María Blanquet, S.F.

Los orígenes de la devoción a la Sagrada Familia han de situarse en una época remota, especialmente en Canadá a partir del siglo XVII, pero fue durante la segunda mitad del siglo XIX cuando adquirió un impulso extraordinario en toda Europa.

Los papas vieron en ella un medio providencial para la restauración de la vida cristiana y la promovieron decididamente.

Pío IX declaró a san José patrono de la Iglesia universal (8/12/1870) y aprobó las primeras asociaciones de la Sagrada Familia.

León XIII, en su breve apostólico Neminem fugit (14/6/1892), expuso los fundamentos teológicos y el alcance religioso y social de la devoción a la Sagrada Familia y estableció su fiesta en las semanas posteriores a la festividad de Navidad.

El padre Manyanet anticipándose algunos años a estos y otros documentos pontificios, fue el gran iniciador y el gran apóstol de esta devoción en España. Recibió de Dios un don para que con su vida y su acción hiciera presente el misterio de Nazaret en la Iglesia y en la sociedad.

Por medio de la predicación y con la pluma fue un incansable propagador. Una gran parte de sus escritos están dedicados a la ampliación y desarrollo de este tema predilecto.

Las congregaciones que él fundó figuran entre los institutos religiosos más vinculados por su vocación y misión al misterio de la Sagrada Familia. De hecho, fue a instancias del padre Luis Tallada, superior general, que el papa Benedicto XV extendió la fiesta de la Sagrada Familia a la Iglesia universal (26/10/1921).

Revista Sagrada Familia

El principal órgano creado por el padre Manyanet para la difusión de esta devoción en el pueblo fue la revista La Sagrada Familia. En enero de 1899 publicó el primer número, en donde expuso el plan de la publicación:

"El título de esta humilde publicación sintetiza nuestro programa; él manifiesta quiénes somos y adónde vamos. Somos hijos amadores de la Sagrada Familia y vamos a intentar un esfuerzo para colocarla en el seno de sus familias [...] La Sagrada Familia será nuestro lema, nuestro punto de partida y el término de nuestras aspiraciones. La Sagrada Familia debe ser conocida; la santidad del venerable León XIII lo suplica, el estado actual de la sociedad lo exige. Propagar, pues, esta devoción, hacer brillar en este siglo de falsos resplandores las virtudes de la casa de Nazaret y caldear los corazones en el amor de Jesús, María y José, ése es nuestro objeto".

La publicación comenzó con una periodicidad quincenal. Y es una de las publicaciones más importantes para conocer el desarrollo de esta devoción. Había una sección titulada "La Escuela de Nazaret", que pretendía divulgar las virtudes y ejemplos de la vida de la Sagrada Familia.

La Pía Asociación de la Sagrada Familia, erigida por el papa León XIII, aun antes de que la revista fuese declarada su órgano oficial, tenía habitual cabida en sus columnas, comentando los documentos pontificios y deduciendo puntos concretos de vida cristiana y de pedagogía familiar.

Premio a esta constante labor y dedicación fueron estos dos reconocimientos pontificios:

– El 3 de abril de 1928, el procurador de la congregación en Roma fue nombrado secretario general de la Asociación Universal de la Sagrada Familia, de León XIII, de la que era presidente el cardenal vicario del papa, Basilio Pompili.

– En 1929, al cumplirse el trigésimo aniversario de la revista, el 2 de enero, el mismo cardenal vicario, dirigió una carta al superior general:

"Consideramos en gran manera digna de alabanza la diligencia y devoción con que la Congregación de los Hijos de la Sagrada Familia pone en fomentar y propagar entre los pueblos el culto de la Sagrada Familia de Nazaret, tan recomendada por los Sumos Pontífices y del cual provienen grandes e innumerables beneficios para las familias cristianas, toda vez que los religiosos de tu congregación no perdonan medios y diligencias para fomentar entre los fieles el amor hacia nuestro Señor Jesús, a María y a José, y mostrar y preconizar su familia como ejemplo de todas las virtudes domésticas, y exhortar a todos los fieles a que se pongan bajo la protección de la Nazarena y la imiten".

Y añadía el cardenal:

"Ahora, además, nos place conceder que la revista La Sagrada Familia, que ya desde el año 1899 publica la congregación de los Hijos de la Sagrada Familia, sea y se considere como órgano y portavoz de la misma Asociación Universal para España y demás regiones del mundo de habla española".

Fuente: José Manyanet. Profeta de la Familia. J.M. Blanquet - J. Piquer

La perla de las devociones, por José María Blanquet, S.F.

Todas las vivencias de su ambiente familiar y formativo llevaron al padre Manyanet desde la devoción a la Virgen y a san José a la devoción a la Sagrada Familia.

José y María — no podía ser de otra manera— le llevaron a Jesús. El padre llegó a esta síntesis, que iba a ser el centro y el eje dinamizador de toda su vida como religioso y como sacerdote; por eso, puede decirse que Manyanet es téstigo y apóstol de la Sagrada Familia.

Era un enamorado de la Sagrada Familia en el sentido más radical y etimológico del término: "morar en"; su alma estaba constantemente atenta a la escucha de la Palabra y a la contemplación de "la convivencia familiar de Jesús, María y José".

El carisma y el don espiritual de Manyanet es captar el realismo de la encarnación del Hijo de Dios, que inició la obra de redención en una familia y mediante la colaboración de los miembros de la misma. Su espiritualidad y sus enseñanzas nunca son abstractas; nadie como María y José tuvieron con Cristo aquella profunda relación "de persona a persona", que no se fundamenta en razones abstractas o ideológicas, sino en una adhesión personal y en el amor entrañable a través de los vínculos familiares.

Una vez descubiertas las riquezas del hogar de Nazaret, el padre Manyanet trabajó incansablemente para propagarlas y exhortar a su imitación.

En España fue el primero que habló de un modo adecuado de la familia de Nazaret en su conjunto. En el año 1920 escribía el padre Fidel Fons y Noguer (1893-1938) en La Sagrada Familia:

"Es cosa para alabar a Dios la rápida y admirable propagación del culto y devoción a la Sagrada Familia, principalmente en España, debido en gran parte al padre Manyanet, quien pasará a la historia con el glorioso dictado de apóstol de la devoción a la Sagrada Familia, que parece ser la devoción providencial de nuestra época. Y los continuadores y herederos del espíritu del padre Manyanet no hemos de cejar en nuestro empeño hasta ver convertidos en hermosa realidad los deseos del Soberano Pontífice de que sea la devoción a la Sagrada Familia la perla de las devociones, como tantas veces se ha repetido, porque ella las compendia, las vigoriza y las perfecciona todas".

Manyanet trabajó con todos los medios a su alcance —libros, folletos, revistas, prácticas piadosas, como el popular Trisagio a la Sagrada Familia que compuso— para arraigar esta devoción en la Iglesia, en sus congregaciones, en las familias y en sus centros de apostolado.

Fuente: José Manyanet. Profeta de la Familia. J.M. Blanquet - J. Piquer

Apóstol y profeta de la Sagrada Familia, por José María Blanquet, S.F.

CASAL MANYANET, TREMP (España)

A san José Manyanet, además del título de hijo-testigo de la Sagrada Familia, le corresponde muy bien el de “apóstol” de la Sagrada Familia y el de “profeta” de la familia.

El Papa lo ha llamado “verdadero apóstol de la familia”. Él vivió en la casa de Nazaret, pero no se quedó allí estáticamente. Salió para llevar Nazaret al hogar y a la escuela. “Es, efectivamente, el profeta de la misión de la familia en los tiempos modernos”, como afirmó el card. Pietro Palazzini, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos en el año 1982. “Se anticipó a su tiempo”, como lo reconoció el card. Tarancón, en el año 1983. Veámoslo:

Los Camareros y Camareras de la Sagrada Familia

En Tremp, el año 1868, y en Talarn, el 1874, creó las asociaciones laicales tituladas: “Camareros y Camareras de la Sagrada Familia” (Obras Selectas, p.725-743, BAC Madrid 1991). El nombre hace referencia no a un servicio profesional, sino a los ayudantes de cámara, es decir, a aquellas personas escogidas y de confianza que prestan un servicio más íntimo a la Sagrada Familia. Son como la tercera orden de los dos institutos, que se llaman precisamente Hijos e Hijas de esta Familia, y pretende involucrar a las familias, especialmente a los padres y madres de los alumnos (de uno y de otro sexo) en el proyecto educativo de sus centros, inspirados también en la Escuela de Nazaret. “Se ha de animar a la familia —escribía— a imitar el modelo de la Sagrada Familia, y de seguro se reformará, y reformada ella, quedará saneada la sociedad. No hay otro medio” (Obras Selectas, p.726).

El Templo de la Sagrada Familia

En 1869, como fruto de su oración y sensibilidad eclesial, propuso la idea de levantar un templo expiatorio en honor de la Sagrada Familia para que fuera el hogar espiritual de todas las familias del mundo y lugar de expiación por los pecados que se cometen contra la santidad del matrimonio y de la familia (Obras Selectas, p. 825). Él comunicó y compartió la idea con Josep M. Bocabella dando pie al templo que se está construyendo en Barcelona, y que Antoni Gaudí ha inmortalizado con su genio y también con su santidad.

Esta intuición del Padre Manyanet así como su condición de inspirador del templo —hecho hoy ya aceptado históricamente— fue solemnemente afirmada por Juan Pablo II, el 7 de noviembre de 1982, en su primer viaje a España, el cual pidió a todos, desde la fachada del nacimiento: “Que la familia sea siempre entre vosotros una verdadera iglesia doméstica”. Y añadio:

“De esta realidad misteriosa [la Iglesia es el hogar universal de la familia de Dios y es vuestro hogar] quiere ser una expresión visible este magnífico templo de la Sagrada Familia de Barcelona, debido a la inspiración de una alma sensible a todo lo que es eclesial como el Padre José Manyanet y Vives, y obra de arte del genial maestro Antoni Gaudí”.

Meditaciones dedicadas a la Asociación de la Sagrada Familia

Escribió unas meditaciones dedicadas a la “Asociación de la familia cristiana bajo el patrocinio soberano de la Sagrada Familia” (todavía inéditas). Manyanet contempla a cada uno de los personajes de la Familia de Nazaret y los proyecta a todos los miembros de la familia cristiana. Por ejemplo, propone estas meditaciones a los padres de familia:

- Designio de Dios, en la Sagrada Familia, a todas las familias; - Amor mutuo de María y José, su esposo, y de José a María, su esposa; - Conformidad de pareceres entre los santos esposos María y José; - Celo de María y José en el cumplimiento de la ley de Dios; - Laboriosidad de María y José para la ayuda y sustento de la familia; - Ejercicios religiosos de María y José en el interior de la familia; - Caridad mutua entre María y José en sus tribulaciones particulares.

Preciosa Joya de Familia

En 1899 publicó la obra Preciosa Joya de Familia (Obras Selectas, BAC Madrid 1991), un libro dedicado a los matrimonios y familias, o como dice él mismo “saludables instrucciones, dirigidas principalmente a los padres de familia, para vivir ellos en santa paz y saber educar a sus hijos según la doctrina y los ejemplos de la Santa Casa de Nazaret”.

La buena armonía entre los esposos está en proporción directa a la buena educación de los hijos, y las dos han de inspirarse en la comunidad de amor y de vida que llevó a cabo Jesús en Nazaret junto con María y José. Es el realismo del Evangelio llevado al realismo de la vida cotidiana de cada cristiano, de cada familia cristiana.

Y todavía podemos aducir otro ejemplo significativo. Manyanet coloca en la misma portada como lema del libro esta frase de Pablo a Timoteo: “El que no se preocupa de la propia familia, sobre todo de los que conviven con él, demuestra que ha renegado de la fe y es peor que un descreído” (Tim 5,8). Estas rotundas palabras indican claramente que el primer campo de apostolado y de compromiso cristiano de los casados es la propia familia. Y esto precisamente a causa de una grave exigencia de la misma fe y de la gracia del sacramento, como enseña el Concilio Vaticano II.

El libro consta de tres partes bien diferenciadas. La primera trata de los deberes de los padres para consigo mismos y para con sus hijos. En la segunda ofrece unas consideraciones sobre la educación cristiana de los hijos. Y en la tercera parte reúne las principales “prácticas de conducta cristiana y de otras oraciones y devociones piadosas”, sin omitir un apéndice con los cantos religiosos más populares en su tiempo.

El sentido pedagógico y pastoral se transparentan en cada página de esta obra, que él concibió como un verdadero libro-guía para los matrimonios, como un devocionario y un vademécum de la familia cristiana. Aunque las consideraciones generales del libro están redactadas en castellano, al llegar al compendio de la doctrina cristiana y a las oraciones básicas del cristiano, lo hace en catalán y castellano, a doble columna. Y lo introduce con esta observación:

“A fin de que los padres sepan a qué atenerse en este importante asunto y tengan más a mano aquellas cosas que deben principalmente enseñar a sus hijos en materia de doctrina cristiana (quedando la otra mayor y extensa explicación al buen celo e ilustración de los párrocos y maestros), daremos aquí un breve resumen de ella y la pondremos en catalán y castellano para la más fácil inteligencia de los que hablen uno y otro idioma”.

Él, con los ojos puestos en el ejemplo de la Sagrada Familia, quiere fundamentar la sociedad sobre el matrimonio y asegurar el futuro de la familia sobre la educación de los esposos, de los padres y de los hijos. Habla de la dignidad del matrimonio como una vocación, de los padres como primeros educadores de los hijos y llamados a formar y a presidir la familia como iglesia doméstica.

“La paternidad —afirma— es como un sacerdocio; y así como es propio del sacerdote exhortar, predicar y rogar, del mismo modo los padres de familia dentro de su casa deben ser celosos vigilantes y constantes, pero prudentes predicadores. En efecto, además de ofrecerla y encomendarla de verás a Dios y con frecuencia pedir sobre ella las celestiales bendiciones, deben reunir la familia toda en el lugar conveniente y las más veces posible y allí enseñarles la doctrina cristiana, inculcarles la sana moral y la práctica de las sólidas virtudes... Todo esto, y más si es acompañado del buen ejemplo, es medio poderosísimo para que los hijos se aficionen a las cosas del servicio de Dios” (Preciosa Joya de Familia 2, cap. 2).

Revista La Sagrada Familia

5. El mismo año 1899 inició la publicación de la revista La Sagrada Familia también con la finalidad principal de “presentar a la Sagrada Familia como modelo perfectísimo dado por el Padre celestial a todas las familias para que sea fiel y constantemente imitada por todas las familias y en todas las ocasiones de la vida”.

“El título de esta humilde publicación sintetiza nuestro programa; él manifiesta quiénes somos y a dónde vamos. Somos hijos amadores de la Sagrada familia y tenemos la intención de hacer un esfuerzo para colocarla en el seno de las familias. Valga la buena intención y el fervoroso celo en una empresa tan temeraria.

La Sagrada Familia será nuestro lema, nuestro punto de partida y el término de nuestras aspiraciones. La Sagrada Familia desea ser conocida; la santidad del venerable León XIII lo suplica, el estado actual de la sociedad lo exige. Propagar, pues, esta devoción, hacer brillar en este siglo de falsos resplandores las virtudes de la casa de Nazaret y caldear los corazones en el amor de Jesús, María y José, este es nuestro objetivo” (LSF, 1899, n.1, Editorial).

El Padre Manyanet trabajó con todos los medios a su alcance —las instituciones y los centros de educación y de culto, las asociaciones laicales, los libros y opúsculos, la revista, y varias prácticas de piedad, como el popular Trisagio de la Sagrada Familia, que compuso personalmente, a fin de arraigar esta devoción en la Iglesia, en las familias y en sus centros de apostolado—, todo lo quiso para la Sagrada Familia, con a Sagrada Familia y en la Sagrada Familia.

También en su epistolario, formado por más de mil cartas conservadas, san José Manyanet se revela no solamente como un hombre de carácter, trabajador, paciente, constante, honesto, con una visión sobrenatural de la vida y de los acontecimientos, humilde, conciliador, totalmente unificado, sino también como un enamorado de la Sagrada Familia que se esfuerza continuamente por llevarla a todos los hogares y ambientes sociales.