martes, 3 de septiembre de 2013

El camino hacia la resurrección, por Josep Roca, S.F.

José Manyanet tuvo que soportar a lo largo de su vida innumerables enfermedades y sufrimientos físicos y morales, por esto no le sorprendió la muerte. Estaba ya preparado para salir de esta casa terrenal y reencontrarse con Jesús, José y María en el hogar celestial.

A principios de diciembre de 1901 sufrió un fuerte resfriado con fiebre muy alta. El día 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada, celebró su última misa en comunidad.

El, de pequeño, recibió el abrazo de la Virgen de Valldeflors. En esta fecha señalada, cuando ya sentía la voz de su tránsito, se trasladó espiritualmente a Tremp para echarse de nuevo a sus brazos. Era domingo, día del Señor, el día en que los cristianos celebran la Pascua. El arroyo de alta montaña estaba a punto de llegar al gran mar sin fondo de la felicidad eterna.

Eran las siete de la mañana del día 17 de diciembre de 1901. El padre Buenaventura Mullol, su hombre de confianza, le administró el sacramento de la unción de los enfermos y le dió la comunión. El padre secretario le acercó a los labios una cruz para que la besase. La miró con ternura y dijo: "Jesús, José y María, descanse en paz con vosotros el alma mía". Y en aquella hora se detuvo su pulso. Era la hora de un santo.

Sus restos descansan en la Iglesia de la parroquia de San José Manyanet, en Sant Andreu de Palomar, donde él había establecido su residencia habitual cuando aún era un municipio independiente, y que actualmente es un barrio de Barcelona.

Fue beatificado por el papa Juan Pablo II el 25 de noviembre de 1984, y el mismo Papa, el 16 de mayo de 2004, lo canonizó. Su fiesta litúrgica se celebra el 16 de diciembre, la vigilia del aniversario de su muerte, dado que el 17 comienzan las ferias privilegiadas de Adviento.

Fuente: San José Mañanet, profeta de la familia, por Josep Roca (2007).

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