jueves, 5 de septiembre de 2013

La familia, el objeto de su misión, por Sergio Cimignoli, S.F.

Si el amor no es dado se estanca, si se da con generosidad fluye como agua limpia dando frescor y produciendo abundantes frutos de vida.

José Manyanet no vivió su amor a la Sagrada Familia como una experiencia exclusiva de su intimidad sino que la volcó a todas las familias. Él entendió, desde su experiencia personal, que solo la familia puede satisfacer las experiencias más profundas de cualquier ser humano: nacer y crecer en un ambiente en que se es amado y reconocido; en el que se vence la soledad y se experimenta la pertenencia, viviendo con compromiso la relación con Dios y con los otros.

Confirmó que la familia no es una invención humana sino divina y que el rechazo de la misma daña al propio hombre. Este rechazo es el origen de la "multitud de males que afligen a la sociedad".

La familia es un bien social, punto de unión entre el individuo y la sociedad, patrimonio de toda la humanidad.

La familia, objetivo de su misión

Su carisma, la finalidad de su obra, es la formación de familias cristianas y el medio privilegiado es la educación e instrucción de los niños y los jóvenes:

"La educación e instrucción sólidamente católica de toda la juventud puesta en manos de sacerdotes y estos religiosos ad hoc llamados por Dios, es, a mi pobre entender, el medio más apto, más sencillo y práctico para reformar la familia y con ella la sociedad".

Escribía:

"Quisiera el cielo que muchos padres entendieran la grandeza de su ministerio y el poderoso influjo que tienen sobre el futuro de la sociedad... Si sus decisiones no siguieran la moda, dejándose fascinar por falsas pretensiones de grandeza o de carrera para sus hijos, sino que comprendieran la sublime misión que tienen encomendada de hacer presente la paternidad de Dios en medio de los hombres, entonces su casa llegaría a ser verdaderamente una morada de paz y bendición".

Así la familia se convierte en un lugar en el que se pregustan las realidades del cielo. En el cuidado atento de las relaciones y en el respeto recíproco se pueden crear los presupuestos para afirmar que se toca el cielo con el dedo. Según Josep Manyanet, en esto es determinante el rol de la mujer:

"Si ella une a todas sus cualidades, un rostro sonriente capaz de apaciguar la rabia; maneras tranquilizadoras que inviten a la paz y a una actitud de ternura y acogedora para el marido, para los hijos y para aquellos a quienes puede ser útil, ella pone las condiciones para crear un ambiente feliz en la tierra que llega a ser anuncio de felicidad y de gloria eterna en el cielo".

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